Aprendí a hacerle el amor
a una mujer dibujándola.
El rostro exige tiempo y esfuerzo
los ojos delicado, personales, únicos
necesario es perderse por horas.
El cabello cambiante y sinuoso
hay que acariciarlo constantemente,
los labios inquietos y expresivos,
muy sensibles, impacientes.
El cuello se besa intensamente
como los tonos obscuros y sinuosos
de las sombras que provocan,
hay que tomarse mucho tiempo
en cada uno de los detalles.
Ahora sé que en la espalda
hay que utilizar varias técnicas
que su gama es infinita y sus formas:
caprichosas, cambiantes y estimulantes.
Así me percaté que a sus senos
hay que acariciarlos suavemente
que la luz se refleja en ellos
que la caricia es delicada.
Así llego, con gusto y placer,
a la forma en que dibujo su sexo
la forma en que disfruto su ser,
una zona profunda en intensidad,
en la que los trazos aumentan
mientras te acercas al centro.
El dibujar a una mujer es maravilloso
el hacerle el amor es un placer sublime
por eso los dos hay que mezclarlos
por eso en los dos hay orgasmos.
Víctor Ramón Mendoza Fragoso
@plumabohemia
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