Quedarme guardada en el silencio de tu piel callada.
Así dormida, solo despertando despacio entre tus poros al tacto.
Así en tus manos despertando lentamente entre tus dedos, los poros de una piel que te lleva mucho tiempo esperando.
Así aparte tu arte de llevarme al azul de las palabras que nos envuelven el alma.
así tus manos que acarician como suave terciopelo los ojos con la mirada de los tuyos.
Así te arraigo aunque no quiero, porque te cuelas hondo suspiro que me lleva a guardarte en silencio.
Así quedito llueves mis poros con escaleras de frases hermosas que me llevan de la mano a leerte el corazón de una luna.
Así poco y suficiente para llenar un pequeño espacio que tú vuelves enorme con tus ojos detallando nuestro paisaje.
Así entre café en una tarde de lluvía con la tonada de una guitarra que acompaña de coro el sonido del viento y el crujir de los árboles.
Así en el porche con el viejo sofá de la entrada que muestra lo ancho de la pintura que nos aguarda mirarla.
Y yo en tu pecho tararendo lo que sacan tus dedos de una vieja guitarra intentando llenar mis oidos de lo que escribe tu alma.
Amaneciendo mientras gotas de rocío llegan a llenarnos del olor de una mañana que se despierta a nuestros ojos con tintes de abrazo.
Sí, él sabe, porque el color que toman las letras, llevan el suyo.
Minúsculas palabras que van abrazadas caminando en armonía.
Él me llevó a su color cuando no deseé mirar sol alguno, que me llovieran las lunas cuando no encontraba consuelo.
En azul me pintó las palabras, suave color de alma que me hizo tocar la suya encontrando la mía, guardada en luna llorando cascada.
En sepia me pinto un paisaje, mientras se enamoró del blanco y negro de los míos.
No usamos los colores, los guardamos al silencio de las sonrisas y rubores,
en las palabras tan llenas de luz que iban armando escaleras hasta el cielo
donde una tarde cotidiana, el viento nos trajo y nunca más nos soltó.
Silvia Carbonell L.
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