martes, 19 de junio de 2012

Francisco Dospasos

   Francisco Dospasos nació en la segunda mitad de la década del setenta. Hoy cumpliría treinta y tantos, pero murió una tarde de abril hace tres años. Lo sobrevive un señor de pelo largo y bigotes ralos, dueño de doce inviernos y ningún verano. 
   De las causas de su muerte poco se sabe. Las conjeturas son muchas y variadas. Según a quién le preguntes murió de muerte natural o de suicidio desinteresado. Yo creo que cortó sus venas con el filo de su pasado. Aunque a veces dudo, porque era de esas personas que se quieren tanto que pueden mirarse durante horas en el espejo. Quizás se ahogó con los paisajes que nunca había deseado. Quizás murió de soledad, rodeado de todas las personas que lo habían olvidado. 
   Sé que estaba escribiendo un cuento cuando murió, el mismo cuento que comenzó antes de su nacimiento y que nos sigue contando. También sé que no se fue, que esa es la historia que les cuentan a sus hijos cuando preguntan por el padre. Sé que un día dirá a esos niños ya convertidos en hombres “No me fui, miraba por la ventana los ojos de un poema. No me di cuenta y me quedé mucho tiempo callado”. También sé que los niños van a entenderlo, porque, me repito, no se fue. Es que nunca nos vamos, si somos las huellas azules que dejaron unos pies descalzos y cansados. 


Rubén Ochoa

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