Las horas no pasan.
Los domingos nunca se pasan,
se quedan agrietados en los pies
o se pegan como billetes falsos.
Tengo ganas de verte,
no sé por qué dije a las siete
te quiero desde las seis.
Ya hice un torniquete con las dudas
y ahora la vena sangra,
no tiene por qué doler.
Me estás jodiendo.
Estás haciendo que te extrañe más
y yo voy hacia tu abismo obnubilada
casi presa de la soledad que derramas
casi sin querer.
Soledad,
de altillo y de noches sin luna
de veredas repletas de charcos
y sapos y ranas
y trinos de ave.
Voy hacia vos como certeza de antaño
con una marca en la frente
con mi estigma de Caín
más fulgurante que nunca.
Voy hacia vos perdiéndome en mañana.
Te abro las piernas abriendo el alma
y en mi desnudez me cubro:
esa es mi coartada.
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