Tal vez es como dijiste alguna vez, y hay que pronunciar “déjalo atrás”, como mágica frase de abracadabra. Entonces en el segundo después, cuando el “atrás” sea presente, todas las cosas que me gustaban de vos, las que todavía extraño, se van a transformar en viejos clichés, o caras de asombro del estilo: ¿Y eso me enamoraba?. Todo eso que formaba el conjunto de suspiros que coleccioné con tanto esmero para vos, no será más que una anécdota, que tal vez cuente o no, en alguna sobremesa. Tu forma de mirar, tu sonrisa, la forma en que me besabas, cómo nos torébamos porque sí, por puro placer de gato y ratón, la marca en tu mentón, tus manos recogiéndome el cabello, nuestras cartas, el sinfín de películas, cuando hacíamos el amor, cuando teníamos sexo, los silencios incómodos, los chats, los silencios que no jodían, caminar de la mano, tu pelo, tu boca, cómo me gustaba escucharte hablar, mi sonrisa de costado y hasta mis lágrimas, van a ser solo una historia más, entre otras que vivimos, y que seguiremos viviendo.
Hoy todo parece indeleble, pero cuando “atrás” sea lejos, me va a costar recordar tu cara, y cuando tenías barba y cuando no, o cuál era el perfume que más me tentaba en tu cuello. No recordaré, o sí tal vez, la angustia cuando te borrabas, y la alegría al recibir tu mensaje, o un mail corto, tus sms de “en que andas?” que se me hacían agua en la boca. No me va a doler pronunciar tu nombre, o mis apodos cariñosos, y te vas a quedar en mi sonrisa por un rato, para después desdibujarte otra vez en el cajón de los “no pudieron ser”. Porque así es la vida, porque así también me pasó antes con otros nombres propios, que hoy me son ajenos. Esos que se me quedan bailoteando en la sonrisa con algún recuerdo agradable, o me enturbian la mirada un instante con algún recuerdo poco feliz, y luego se vuelven a su sitio en mi memoria. Y se quedan ahí, sin interrumpirme el paso.
"Déjalo atrás", dijiste y tu mirada era triste.
"Déjalo atrás", mordí cada letra y te dejé atrás.
0 comentarios:
Publicar un comentario