Si cierro los ojos y vuelvo a la infancia, están los malvones en el patio de mi abuela, y el jazmín y el limonero, llenado de perfumes y colores mi alma niña. Por eso cada vez que lo planto en mi balcón, no es solamente un malvón, sino un retazo de aquellos días, que se quedaron conmigo y no se irán, aunque ya no tenga 8 abriles en mi calendario, sino 40 contados ya.
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