Él es como el río: no podrías culparle por seguir su cauce, por correr furioso, por languidecer al sol. No podrías detenerlo, pero podrías intentarlo. ¿Qué lograrías? Sus arrebatos, su pasión, su fuerza, no dejarían de ser como son. No dejaría de ser como es. Él es como el río: incontenible, inagotable, inexplicable. Ella es como la roca aferrada a la orilla: permanece, quieta, inerte e insignificante. No parece, pero trata: trata de detener al río, de cambiar su cauce, de contener su ira. Y cada vez fracasa, pero permanece. No logra nada, pero se queda. No cambia nada, pero ella misma no cambia. Él es como el río; ella como la roca. Tal vez algún día el río acabará de destruir a la roca, de moldear sus contornos y sus formas a su modo. O tal vez la fortuna hará que la roca al fin logre contener al río.
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