llegaste en sol,
envolvolviendo con luz y calidez mis ojos
aún despertando en la mañana.
despejaste dudas sin ecuación alguna,
más que la fe adherida al profundo amor y confianza
a lo que mi alma te entregaba.
despejaste cada nube en lluvía
que amenazaba con inundar mi orilla.
llegaste vestido de hoja
y no pude sentirme más orgullosa de ser el árbol que vistiera tus ramas.
llegaste en sol que no se esconde,
que si acaso se coloca detrás de la montaña
para sostenerla y agregarla en el paisaje.
llegaste como quien cuida sus pasos y planta huellas en la tierra
que germinan en árbol renaciendo las palabras y poemas.
llegué en forma de tarde,
me despojé del ocaso y me vestí de noche entre tus brazos.
te entregué todos los mares
que habitaban en los ojos de mi cielo.
me vestí de piel solo por tenerte,
por tocarte y hacerme tierra en tu abrazo.
tierra que echó raiz y germinó en enorme bosque
lleno de árboles y arroyos.
sostuviste todo un cielo de colores
que marchó en los caminos que tú le diseñaste
para abrazarme los ojos.
y nació ella,
blanca aurora de mejillas rosadas,
con frescura de rosa temprana cubierta de rocío.
bella intacta para habitar el mundo.
y pude diseñarle con mis trazos
el sonido de los vientos bailando melodía
y el silencio solo aguardaba que cerrara los ojos para amarla.
no hubo paisaje que no guardara,
ni soledad que no se apartara,
a tanta poesía caminando
con una sonrisa ancha envolviendo el mundo.
se hizo dueña del paisaje,
creó miles de universos
en este espacio que nosotros regalamos a sus ojos.
vistió mareas en la tierra,
saló mares y endulzó ríos con sus causes,
abarcó en sus manos las postales
que enamorarían la vista de tus ojos
de todos los ojos que se posaran a mirarle.
creó paisajes abrazando la tierra,
creó bosques saturados de luciérnagas,
vistió cielos de todos los colores
y plantó sus manos para regalarnos vida,
la tuya y la mía abrazabas sin más treguas.
no podría amar vida más bella que la suya,
que plantó luz donde caminaban las dudas,
voz donde reinó el silencio,
paz donde habitó la guerra.
somos solo un fragmento
de las mil y un posibilidades
de que dios sembrara en nosotros
su más bella poesía y la prestara a la tierra.
no la soltaba,
ya en mí ella gestaba su prudencia entre mis pasos.
no abandona, se arraiga,
se siembra tan hondo que echa raices profundas.
se clava a la vida,
como quien se siembra a la tierra a regalar sus frutos para amarlos.
y me presté a llevarla y sostenerla,
sin que su peso fuera problema
porque era un ángel con las alas arropadas,
con las alas esperando a ser despertadas
con suaves abrazos envueltos de alma.
tanto mundo para un alma joven
esperando el diseño de la pequeña estrella,
que con sus dedos de mago pintaría noches nuevas.
pintaría noches-luna,
ésas que hacen sonreír a su madre
y mantienen enamorado a su padre.
así rara perfecta es la razón de su existencia,
donde tus pasos inquietos
deben ajustarse a sus cambios
y los míos a caminar rediseñados.
así la tierra pudo tocar sus labios
y llenar sus mejillas de abrazo,
mientras ella respiraba prosas
exhalando en versos todos los ocasos.
se llamó poema,
hija de la poesía y la fuerza de la pluma
para escribir sobre las hojas,
el sueño de toda nuestra vida.
y nos habitó de tal forma
que todo espacio se rediseñó en armonía
a lo que sus dedos pequeños escribían,
llenando de árboles y ramas,
de hojas blancas que esperaban
el paso de su padre la pluma
y su madre la poesía.
Silvia Carbonell L.
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