Ya conocía el camino, ya había aprendido cuándo esquivarte las piedras, sentarme a descansar o seguir andando. Ya entendía el clima, y estaba preparada para tus lluvias persistentes, tus días soleados, tus tormentas y ese calor tuyo que daba tanto gusto abrazar. Ya sabía que siempre había un nuevo personaje en el cuento, y siempre me sentía con ganas de escucharte relatarlo, para quererlo desde el principio u odiarlo hasta el final.
Yo conocía tus ansiedades, tus preguntas sin respuestas, y tus ganas de trepar al cielo con o sin alas.
Vos me sabías las esquinas, los costados afilados, las risas y esa forma tan mía de perderme sin saberme encontrar.
Entonces vos pediste el cambio, pero fui yo al banco de suplentes. Entonces cambiaste, y no tienen nada de malo los cambios, pero tu cambio me cambió.
Grité asustada:
—Cambio, ¿me seguís oyendo?, cambio.
Y no escuché tu voz.
me encantó, felicidades!
ResponderEliminarY fuera.
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