martes, 31 de enero de 2012

Ella y él

Ella le pone las manos en los hombros, se aprieta contra su pecho, le come a besos el cuello.

Él le pone las manos en las piernas. Recorre su piel siguiendo una idea. Y se entrega. A su boca, a su sed, a su piel. A su manera.

Ella lo tiene rodeado. Sus piernas le estrechan la cintura. Las ganas le prenden fuego a las dudas. Se hace cenizas en sus manos.

Él se entrega entregándose. Invadiendo. Suavemente. Siendo parte. Mordiendo el calor de su paz desnuda. Bebiendo la sal. Profunda.

Ella se aferra con fuerza a sus manos. Rasguña su espalda. Lo deja entrar y lo tiene atrapado. Placer y dolor en un abrazo apretado.

Él acepta sus uñas y su entrega que es la prisión que más desea. La deja jugar, guiándola apenas. Esperando el momento. Saboreando la marea.

Ella lo siente con toda la piel, con toda el alma. Mece las caderas y se derrama. Se vuelve humedad y su piel estalla.

Él navega su río sabiéndose perdido. Esperando el naufragio. Deseando que suceda. Buscando en la suave humedad. En el abismo de sus piernas.

Ella lo deja perderse en sus entrañas. Siente su aliento jadeante en la cara. Gime y suspira su nombre. Lo abraza y lo abrasa.

Él se deja abrazar entregando su alma. Él se deja abrasar compartiendo sus alas. Y la abrasa. En cada abrazo. En cada intento. Con ganas.

Ella se extravía en el éxtasis y siente y oye y ve y habla y sabe con la piel. Es suya y la idea la embriaga. Entre ella y él hay todo y queda nada.

Él se desborda inundando su calma. La sabe suya. Se sabe suyo. Mientras son uno bajo las sábanas.

                                                               Nadia Orozco y Rubén Ochoa

Balada neural



Quiero caminar sujetando la noche para que siempre sea mi techo, 
traerte conmigo para estar bajo el mismo azul 
y besarte las estrellas con mi luna.


Quiero desandar caminos trazando los tiempos 
para que sean siempres,
estar contigo bajo el mismo cielo 
y desnudarte sobre la misma página.


Quiero seguir viviendo en el marrón de tus ojos, 
nadar en tu pecho de magia 
y seguir durmiendo con la espera abierta; goteando sueños.


Quiero seguir volando entre el viento de tu pelo, 
bordear los contornos de tu boca 
y seguir abrazando la espera.


Quiero morderle el cuello a tu madrugada, 
que tu viento me grite al oído
y las olas de la cama nos lleven una orilla eterna.


Quiero beber la sed de tu boca, 
lamerle la sal a tus mares
derrumbar la noche en mi cuerpo. 


Y decirte ven, sucede.   


Alma E. Palma y Eduardo Magomi


Amelia

Si de verdad estuvieras aquí
no habría noches tristes aunque fueran en vela.
Tendríamos colores y dulces y también primaveras.
Llenaría nuestros rizos de listones y flores
y tendríamos risas y pecas.
Contaría tus pasos, tus sonrisas y tropiezos
y nunca, nunca te dejaría partir.

Nadia L. Orozco

Amanecías



Ella gritaba con las palabras contenidas
escapando por el borde de su cuerpo, 
gemía, ardiendo sobre la piel que la envolvía mordiéndola.


En la lengua húmeda se
empezaron a escribir todas las historias
las palpaba, 
probando cada una de ellas,
y entre cada palabra
existía un sabor distinto.


Y se aferraban a las noches con la boca sedienta,
y un par de caricias desveladas
con las ganas danzando como olas, 
que se agitaban al contacto de los cuerpos. 


Así él, intentaba sus noches
donde renacían en cada ceniza
que se dibujaba en la piel, 
y besaba con suavidad los contornos 
que vibraban caprichosos entre sus dedos.


Y con lenguas humeantes
lamía los capullos de sus valles, que coronaban erguidos; 
orgullosos, con el brillo de la saliva goteando el deseo. 


Sus manos caminaban el mar de su cuerpo
ahogándolo en profundos gemidos, 
y con el roce de las sábanas cantando entre las pieles.


De las bocas nacían las promesas
bebiendo de cada lunar, 
estacionando la lengua en todos sus lugares.


Haciéndolos suyos,
exigiéndolos como parte de él.


Amanecías.

Alma E. Palma


Jujuy


Jujuy hermoso
Es tacita de plata
En azul cielo.

Tus cerros altos
Tardes largas y solas
Tu sol ardiente.

Paisaje verde
Arcoíris y lluvia
Jujuy precioso.

Nadia L. Orozco

Fui Dios

Todo ocurrió en el país de los sueños, del cual desgraciadamente no soy presidente, no sabía que estaba dormido, todo parecía real, hace dieciséis lunes que no soñaba.

Resulta que tuve por tarea crear un mundo y sus habitantes. A sabiendas de mi conciencia, el ochenta mas pico por ciento de ésta humanidad está podrida: guerras, envidias, racismo, desprecio, odio, discriminación, avaricia, entre otros mil males y sufrimientos.

Y para ser original me olvidé de aquél Adán y de aquella Eva, pues no es así como yo dibujaría la creación, difiero del estilo de Moisés

Me propuse a pensar en la solución para todo, y se me ocurrió crear un cuerpo semejante al del humano normal, mas éste carecía de órganos genitales. Su piel la hice de un color que yo inventé al que llamé "Jistro" (no podría describirlo porque no se parece a ningún otro color que percibiese el ojo humano), con esto me aseguré de que el racismo no viese luz en mi creación.

Y a este ser lo llamé "Imber", esa fue mi alternativa al humano.

A continuación una breve descripción de los Imbers:

Son seres con una peculiar forma de asexualidad , no queriendo ésto decir que no puedan reproducirse o que no puedan tener sexo. Tendrían una única orientación sexual pues no hay hembra y varón, todos son iguales, de esta manera no exterminé los prejuicios y la discriminación sexual.

Uno de los regalos más preciado que di a éstos seres, fue la imaginación. Una imaginación gigante, mucho más ingeniosa y pulcra que la del humano. Para hablar; cantan, no existe tal cosa como un sonido insípido y seco. Si imaginan sonidos, podrían reproducirlos con la voz cual instrumento musical, pues a todos les regalé un un oído musical excepcional.

Di un duro golpe a la vanidad; al ser todos seres físicamente iguales del mismo color (Jistro), tamaño, y con las mismas capacidades, todos los concursos de belleza física que acomplejan al humano actual, fueron absurdos en mi creación.

Doté cada Imber con una hermosa mente, diferente cada una de la otra, les di la capacidad de traducir sus pensares en belleza: cada mente imagina su belleza física como más le guste. No saben que son físicamente iguales, porque cada quien ve a los demás como quiere verlos, y como los demás se hacen ver, según lo que regalen al pensar.

Algo curioso de los Imbers es la relatividad visual, dos Imbers mirando a un tercero, no ven lo mismo.
No existen los animales, o mejor dicho, no como tal. Algunos imbers pueden sentirse de alguna forma haciendo que los demás lo vean como lo que los humanos, perciben como animales.

En cuanto al amor: todos se aman, no existe el odio, ni la envidia. La familia se forma a partir de una pareja y no hay lugar para la infidelidad porque la carne es la misma, y al enamorarse lo hacen de las mentes y de los pensamientos, mas no de los cuerpos.

El sexo, es más complejo de entender; los orgasmos duran lo que ellos quieren que dure, y siendo esto un algo difícil de manejar, les di la inteligencia suficiente para no abusar de tal regalo. Cualquier Imber puede quedar embarazado y al dar a luz es sin dolor. Cada pareja de Imbers solo podrá procrear uno y solo uno.

Hay una única ley: La ley de los hermosos espejos: "Lo que un Imber le haga a otro, se lo hace a sí mismo". Por ejemplo: Si un Imber golpea a otro, el dolor es para el que golpea. Así mismo; si un Imber ama a otro, el amor es para el que ama.

Les regalé 8 sentidos: los 5 del humano (mucho más agudos), y tres adicionales. Soñismo, Sinestesia y Dilistio. El soñismo permite conectarse con sueños de otro Imber, y ambos acordarse de cada detalle del sueño. La sinestesia al igual que en la humanidad (en la que no es muy común) permite mezclar varios sentidos como por ejemplo; escuchar colores, ver sonidos o saborear lo que tocan. Y el dilistio es la capacidad de sentir en la distancia, solo con el pensamiento.

Mi mundo fue un solo gran país, sin gobernante. No existió la fuerza militar, porque los hice muy inteligentes. No existió la guerra, porque no hubo nada por lo que pelear, por lo tanto no hubo divisiones ni fronteras.

No les hice saber de mi existencia, para evitar cualquier tipo de religión.

Debo decir que no fui el único creador, también habían otros como yo, creando vidas, a unas cuantas galaxias de donde yo estaba.

Un chingo de sal

Piletas de sal, Salinas Grandes, Jujuy, Argentina, 2011.

Un ciclo

    Otra vez se miraban a los ojos, igual que un año antes. Él aparentaba diez años más de los que tenía, es curioso cómo pueden cambiarte doce lunas de hambre. El gato seguía igual, negro como la noche, sereno y distante. Ambos esperaban a la Sombra, ya casi era media noche, no tardaría en llegar. Santiago miró otra vez la luna y empezó a recordar.
    Llovía, el camino anegado era difícil de transitar, apenas caminaba, ya sin fuerzas sólo le quedaban sus ganas de vivir. El dolor en su pecho era cada vez más fuerte, tenía la boca reseca y empezaba a nublársele la vista. Sabía que estaba a pocos kilómetros de la ciudad y por eso persistía.
    Una raíz invisible hizo que cayera de rodillas, exhausto. Sin poder levantarse cerró los ojos y empezó a llorar. Un maullido conocido lo trajo de vuelta a la realidad, sus ojos distinguieron en la oscuridad esos otros ojos que jamás pudo olvidar. El gato estaba sentado en medio del camino, inmune a la lluvia y al tiempo. De pronto un escalofrío recorrió su columna, sentía una horrible presencia a sus espaldas, se puso de pie sin animarse a voltear. No hizo falta, la Sombra lo rodeó y quedó a mitad de camino entre él y el gato que, con el pelaje erizado, maullaba tratando de ahuyentar a su hermana. La Sombra reía con una risa fría y vacía, hizo un ademán de desprecio por el gato y dirigió la ausencia de su rostro a Santiago.

—Santiago.
—¿Quién eres?
—Quien soy no es importante, lo importante es la oferta.
—No quiero nada de ti, aléjate.
—Lo quieres y lo deseas.
—Sólo quiero que te vayas.
—No puedo irme y lo sabes —dijo, aunque más bien sugiriendo una mueca llena de dientes.

    Entonces Santiago despertó. Sólo el gato seguía allí, mirándolo, sereno. Se puso de pié y miró a su alrededor, nada. Nada fuera de lo común. Sólo el gato y su mirada. Solo el gato y la sensación de una mano apoyándose en su espalda. Empezó a caminar. Siguió caminando acompañado por el gato hasta llegar a la ciudad. Entonces el gato maulló tres veces, que pudieron ser siete o tal vez nueve, y sabían a despedida. El gato siguió su camino, Santiago uno distinto. Tranquilos. Sabían que volverían a encontrarse para repetir el ciclo.

                                                                 Rubén Ochoa

De París...


De París sé poco más que un cliché romántico y tu mano paseando por mi cintura.

Sé que tengo un recuerdo que sube escaleras al cielo tarareando una de nuestras mil canciones.

De París te sé a ti y a mí, y a tres botella vacías a los pies de nuestra cama.

Sé algo de un río, de una mujer que nos sonreía o no... y un cementerio que nos cerró las puertas.

De París solo sé que no la volveré a pisar tal y como la vi a través de nuestros ojos.


Ester Marfer.

(Imagen extraída del Blog de Saoia Hermosa: El ojo encantado)



Reunión

El tiempo sin parar pasa, pero no igual para todos ni en uno mismo nos afecta igual. Viajamos a través del tiempo en partes, pero unidos.

Es un viaje.

Encontrar a alguien de tu pasado con un presente que será pasado algún día, y aquí andamos siempre viviendo en el futuro pasado, topándonos con gente estancada en el continuo movimiento y también las hay aquellas que parecieran venir del futuro. Todos acá somos de tiempos distintos, sin embargo aún andamos en éste presente que compartimos, al menos por ahora.

Es raro, cada uno viajando y cada parte de nosotros viajando diferente, cada recuerdo actualizado y algunos otros reinventados, (re)creando nuevos recuerdos en una reunión en donde pocos se conocen pero muchos se reconocen en el camino andado, unidos por lazos, los viejos lazos que ni recordábamos que ahí estaban, perdidos en la habitación de los "quién sabe cuando pasó".

Todos acá somos los mismos de siempre pero sin serlo, porque a cada rato cambiamos sin sentirlo, sin desearlo. Todos seguimos porque no hay pa' atrás y por pura suerte nos volvimos a encontrar, en éste breve espacio tiempo. Breve.

Otro cuadro al muro.

XX

Tu marco dental de carmín diáfano
que salta a perita vista,
dista esos, tus fueros cálidos,
en lechos de concordia marital,
con plumas desbarrancadas
del mismo infierno parroquiano,
mezcladas, sin remedio, sin afán,
con la estela del amor que,
hubiera podido ser, que,
hubiera, debido ser.
***
Tus montes de hervor desarmado
quedan prestos, en pie de lucha,
a la estrofa de mis armas,
sin rifles de mira, en tu fosa,
armada hasta la médula,
en catres de nadie, tierras de paz
con balas sin centella
del mismo raptor, que
tuvo que ser, que,
tuviera que ser.
***
Tus huevos genéticos ovales
se lamen por los míos,
en la discreción de tu vientre.
Mis huevos genéticos, ovales,
en la bolsa de canguro,
segregan felinos secretos, que,
sacuden diásporas símiles
en los huevos genéticos, ovales,
de tu esposo, y el mio,
de tu error y el mio.

Sergio Marentes
@sergiomarentes
http://regalateunpoema.blogspot.com/

BREVÍSIMA SUBLIMACIÓN ONÍRICA



No mantengo ningún concepto verosímil por sacrificar trece años de mi vida a la infinita ejecución de un experimento educativo para entender la conducta y locura humanas, y pese a que la controversia filosófica usurpaba buena parte de mis días, omitía siempre conductas… momentos… palabras, seguramente me convencí de utilizar paradojas y metáforas ineptas como la mejor forma de indicar mis realidades.

Mis recuerdos nunca son perspicuos, se ven sólo como imágenes opacas ensombrecidas de escotomas surreales de miopía, suelo ser tan distraído que muchas veces me olvido de los diálogos que recién emití, por otro lado, pasa lo contrario con mis sueños, hubo una época imprudencial de mi juventud en que solía dejarme llevar por mis sueños, acababa temiendo que fueran proféticos, luego, así como dejé de creer en Dios me olvide de creer en ellos.

Últimamente he soñado reiterativamente el mismo sueño, aunque no es el mismo pues siempre tiene pequeñas variaciones, pero la protagonista siempre hace lo mismo, lo más extraño es que no le he visto en mucho tiempo. Admito que no es infinita la cifra de las posibles o improbables experiencias de los recuerdos que cada uno tiene, sobre lo que nos hace sentir algo, generalmente es suficiente una sola repetición para demostrar que el tiempo es una falacia y atemporal.

Por ejemplo, he recordado aquellos días en la cámara de Gesell mientras observábamos juntos como se examinaba a un paciente y sus miradas se topaban con las mías y ambos manteníamos una especie de coquetería infantilizada y secreta, que podía durar sólo instantes o bien mantenerse por horas durante el día. Como olvidarme de sus carcajadas que soltaba con soltura desde el cuarto de al lado cuando veía las repeticiones o algún capitulo nuevo de “Los Simpsons”. O su apoyo virtual en momentos de desesperanza amorosa y engaños mutuos.

Desafortunadamente, esto mismo resulta una falacia, porque se escribe desde mi realidad y no la suya. Este intento de argumento que he bosquejado intuye quizás la invención menos propicia para el disimulo de mis defectos y para mis momentos de dicha, debe ser la posibilidad de intentar rescatar algo bueno de mi vida, aunque lo haga sublimándole.

“Estábamos juntos, podía intuir que era una playa por la brisa que soplaba y acariciaba nuestras pieles quemadas por el sol, caminábamos juntos, sin prisas, tu sonrisa contagiaba a la mía, más tarde era de noche y bajamos por un corredor que anunciaba la entrada a un restaurante elegante, adornado con motivos marinos y animales pasados por taxidermia, tus diálogos eran profundos y largos, sólo te escuchaba, comíamos y me hablabas de personalidades y gastronomía, me halagabas sobre mis gustos culinarios y mi buen gusto por los vinos y cervezas, no recuerdo que estábamos tomando, pero era vino, podía sentir el aroma frutal mezclando con uvas, y ver tus labios tenuemente manchados. De pronto sin anunciarlo estábamos afuera, sé que era de noche por la oscuridad, pero nos dirigimos a la playa para ver un amanecer, después de verlo, sonreíste y dijiste, será hasta la próxima vez”.

Hasta estos momentos no dispongo de ningún otro documento en mi memoria, para hablarle de esto, quizás deba indagar más en el baúl de mis recuerdos, o simplemente volver a creer en mis sueños proféticos, mientras tanto lo seguiré guardando junto al botín de mis lamentos.


Ichi Ijiwaru
@Doc_Ijiwaru
Dr. Ijiwaru: Diario de las andanzas de un loquero

Un puente

Construí un puente que me une a tu corazon, me lleva ahí a cada momento cuando te pienso.
Construí un puente, un camino pasando por alto los riesgos, haciendo que mis lagrimas sean tu baño.
Quiero que des un paseo, acepta venir conmigo al otro lado del puente.
Si ves que el puente este derrumbándose, crúzalo sin miedo, que seguiré construyendolo hasta que pases por él, es el puente que une a mi corazon con tus pensamientos, seguiré construyendolo hasta que muera.
Construí un puente de recuerdos que estoy aguardando contigo, extendiéndolo hasta el final de la deriva del mar.
Construí un puente hecho de dolor, en el cual tú los cobijaste y me recobraste la esperanza.
Espera, espera por mí, espera, por favor espera por mí.
Cuando recorras el puente y sientas que se está derrumbando, corre hacia mí al otro lado, porque voy a seguir construyendo ese puente hasta que pases por él, porque el puente es mi corazón y seguiré construyendo hasta que muera.

Pablito Coyote
@uncoyotemas
http://uncoyotemas.tumblr.com/

La dulce princesita que no sabía vivir en un lejano reino

Había una vez una chica que no sabía que vivía en un lejano reino. Que se paseaba por los jardines del palacio, sin saber que era un palacio. Que se vestía con lujosos vestidos de seda, sin comprender el lujo. Que comía pasteles de fresas sin fresas. Y helados de limón sin gusto a limón. Cabellos dorados y bucles como resortes. Hablaba con los pájaros y las flores, sin entender que los pájaros y las flores no saben conversar sobre fútbol y política. Cantaba a capella en las orillas de su límpido río real, y dejaba que sus pies bailotearan en el agua fresca y turbulenta. Tenía un lunar sobre la boca, y no conocía a la Monroe. Le gustaban los amaneceres en el prado, porque no sabía que era dueña del prado y el sol. Era feliz. Sin saber porqué lo era. Era feliz. Porque no conocía la pena.
Cuentan que una vez el amor llamó a su puerta, con manos expertas y sin tomar en cuenta su falta de experiencia. Y se metió entre los senos debajo de la blusa. Y coloreó las pálidas mejillas de su rostro. Y besó los carnosos labios de su boca rubí. Y le acarició el oscuro centro de su sexo, hasta hacerla jadear, como solo jadeaban las plebeyas. Y le hizo el amor todas las noches. Y le enseñó de sexo hasta perder la piel en cada mano y cada escote. Hasta que las noches se volvieron días, y los días se volvieron noches.
Cuentan, también, que la princesa fue expulsada del reino. Cuentan que su amante desconocido no se dio a conocer jamás. Cuentan que ella fue condenada a la oscuridad de un convento. Pero ella no sabía lo que era un convento. Y no comprendía el significado de la palabra “puta” en la mirada de las otras. Ella no sabía. No sabía nunca nada. Hasta que alguien se preocupó por su educación. Y el palacio se volvió palacio. Y el reino se tornó lejano y añorado. Y la seda lujo. Y las fresas agua en la boca. Y el río le pareció poca cosa. Y su lunar poco casto. Y supo que puta era por aquello "asqueroso" que había hecho creyéndolo hermoso.
Lloró cuatro noches con sus amaneceres. Hasta quedarse sin llanto en las cuencas vacías. Hasta que se secaron las estrellas. Y se volvió vieja. Y se tornó fea. Y sus dorados bucles se tiñieron de gris. Y juró vengarse de todos. De todos y de cada uno. De cada uno en especial.
Se convirtió en La Muerte.
La Muerte. Esa vieja asquerosa, que quita con su guadaña las almas de los seres que esperan su hora resignados. Esa aparición repulsiva, que señala con el dedo a los que ya no tienen turno en el médico. ¿Podrías creerme que La Muerte es una niña pequeña de dorados bucles, labios carnosos y mejillas sonrosadas?, ¿podrías creerme que La Muerte es una muchacha que perdió el amor en un lejano reino?, ¿una mujer despechada?, ¿la puta de un cuento?.
Cuentan los que cuentan y nadie se atreve a desmentirlo, que esa náusea con filo de hacha sangrienta, era una dulce princesita que no sabía vivir en un lejano reino.
Te juro, es verdad.
Te juro, es sólo un cuento.

Tic Tac

Estás a cinco minutos de convertirte en lo que siempre dijiste que no serías. Lo malo es que no reaccionás, y te quedás impávida y mudita, mirándote mirar al vacío. Lánguidamente. Cordero obediente. Ni un leve impulso de salvar al pellejo del precipicio seguro. Ni un atino de tensar los tendones y medir las fuerzas, tratando de saltar hacia el otro lado. No. Desbarrancás nomás, certera y brusca: “Mirá, ahí va Mariana, la veo caer”.

Comentarios de películas: Breaking and Entering (2006)

Ayer la volví a ver y tuve ganas de compartirla.



Sinópsis
Narra la historia de una serie de robos, tanto delictivos como emocionales, con el telón de fondo de la cultura y la geografía cambiantes de Londres. Will (Jude Law) y su amigo Sandy (Martin Freeman) administran una floreciente empresa de paisajismo que recientemente se ha mudado a King’s Cross, el centro de la más ambiciosa regeneración urbana de Europa. Este estudio de última generación llama repetidamente la atención de una banda de ladrones local. Will, harto ya de una nueva violación de la propiedad privada, persigue a uno de los jóvenes integrantes de la banda, Miro (Rafi Gavron), y así llega al apartamento que éste comparte con su madre Amira (Juliette Binoche), una refugiada de Bosnia. Por su parte, Will vive con su bella novia Liv (Robin Wright Penn), quien está permanentemente preocupada por su problemática hija de 13 años, Bea (Poppy Rogers). Will se hace amigo de Amira para continuar investigando el delito, pero la amistad entre ellos toma un giro inesperado.
Comentario:
Antes de verla esperaba encontrar sólo un thriller romántico. Después cuando comencé a verla me dije: "otra más de vidas cruzadas". Pero cuando la estaba viendo, sinceramente encontré mucho más que eso. Porque es un thriller romántico, sí, en donde un próspero empresario, Jude Law, se siente preso de una crisis de mediana edad, que lo aleja de su vida con Wright Penn. Y también es de vidas cruzadas, en donde uno de los implicados en la serie de robos, es el hilo conductor para que la vida de Law se vaya bifurcando hacia una refugiada de Bosnia. Pero cada personaje se gana su espacio a fuerza de un color especial, y las historias se van mezclando de una forma plástica, llevándonos la atención de forma amena, entreteniéndonos, conmoviéndonos y haciéndonos reir también.Como si fuera un juego de fichas, con un sinfín de condimentos que se juntan sin desentonar, se van moviendo las piezas de una pareja que parece perfecta, y que sufre por el desgaste cotidiano y la problemática de la hija de ella, que los acerca y aleja; la clase baja y la clase alta, rivalidad siempre omnipresente en el mundo actual; la situación de los refugiados y sus pequeñas mafias; un joven que no puede sustraerse al mandato de sobrevivir como sea; una mujer que es capáz de hacer lo que sea para proteger a su hijo; la crisis de mediana edad; el sexo como arma. Todos como un mapa multicolor, mostrándonos a través de un robo, cómo la vida de un puñado de gente muta y se entrelaza, volviéndolos más valientes y menos trágicos.Me encantaron los cuasi personajes secundarios de Vera Farmiga y Martin Freeman, aportándole a la historia un poco más de color y calor. Law y Binoche se lucen, Wright Penn acompaña, y el para mí desconocido Rafi Gravron me gustó mucho.Lo dicho: un thriller romántico, de vidas cruzadas, que no me supo a poco ni a sopa conocida, que me entretuvo y me fue llevando hasta el final de forma amena, gracias a un guión sin fisuras a la vista, una muy buena fotografía que pinta bien el cosmopolita Londres actual, y la solida dirección de Minghella.Tal vez no sea una película imperdible, pero sí es una película cuya suma de condimentos me resultó muy disfrutable (y por estos tiempos, muchas me resultaron francamente decepcionantes).
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Te extraño tanto

Cashaza (1999-2011)
Aunque te apaguen la luz,
sé que sabes caminar
desde el cielo hasta la tierra
en tu rayuela.
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Cashaza era mi "sobrina" perruna. La más dulce, y la más extrañable.

Audrey


Arte digital.
Técnicas: collage, dibujo, tratamiento digital.
Título: Audrey.
Año: 2010

Tache donde no corresponda


No te asustes de mí, ni de lo que siento.
Asustate si no siento o no soy.

Ecos de antaño


Yo no creo

Yo no pregunto
descreo del destino,
me empecino.

No me imagino
la senda ya trazada
de mi camino.

Cierro los ojos,
trato de decidirme
¿cuánto me falta?

Los cierro y miro.
La vida se me escapa
en un suspiro.

Escondidas

Sé que está ahí
(porque lo veo)
pero ya no me mira
y entonces no está.

¿Da lo mismo acaso
sonreír sin risa?
¿Son ecos las olas
que no tienen mar?

Sé que está ahí
(porque lo veo)
pero ya no me mira
y entonces se va.

¿Da lo mismo acaso
un temblor sin cuerpo?
¿Sabe igual un beso
sin sabor a sal?

El Héroe Anónimo

En los cuentos la gente no muere. Es como en las películas enlatadas. Un poco de jugo de tomates. Muecas doloridas. Lo demás es pura imaginación. Magia sin galera. El bueno siempre triunfa y se queda con la rubia que lo amó. A veces nos olvidamos que la vida es otra cosa. Nos metemos hasta las narices en un video porno, y nos soñamos fálicamente insuperables. Una de acción y Rambo portátil. Pero a la mañana siguiente al subir al colectivo solo somos nosotros. Los sordos, mudos, ciegos. Los desmemoriados de siempre.
En los cuentos la gente no muere. Mueren las palabras comiéndose el papel como avispas. La tinta y la pluma. Muere mi héroe entre las teclas de la vieja Olivetti. Muere. El globo rojo pinchado por el pecoso guacho. El sabor de aquél helado en tu dolor de muelas. El dolor, la primera lágrima audaz rodando en tu mejilla púber porque ella te dejó. El sudor en tu raqueta de squash. Todo muere, pero es solo colorante artificial y permitido. Solo colorante para un cuento fácil de olvidar en la trastienda.
Mi héroe no tiene nombre ni cara de héroe. Es anónimo por virtud y vocación. Está más acostumbrado a perder que al sabor de sentirse omnipotente. Y como muchos quiso llegar más alto que el vecino y trató de planear por la azotea. Cayó, claro. Pero siguió con convicción incorruptible. No tiene edad. Ni canas ni babero. No fue a la guerra. No espera quemarse en el infierno. Nunca tocó el cielo. Es solo un tipo con capa colorada y gastada, despeinado de tanto correr en pos del tiempo.
Nacido y criado en mi ciudad natal. Héroe subdesarrollado y tercermundista. Linda sonrisa de propaganda Colgate. Brillo en la mirada que da confianza. Y un hoyuelo en el mentón a lo Superman que excita ancianitas.
Mi héroe murió esta tarde de un martes cualquiera. Lloré. Todos lloraron. Fué tapa de los diarios. Lo recordaran un par de días. Muchos vinieron de lejos y a pié para homenajearlo. Tomamos mate y contamos sus hazañas. Y el Héroe Anónimo se dormía para siempre en un cajón del cementerio. Mi héroe de bastarda metrópolis. Cemento y avenidas. Semáforos y viejas desvalidas intentando cruzar Callao con éxito.

(Una anécdota)
Era una tarde sin sol, de esas que saben atardecer sólo en Agosto. Mi héroe caminaba por Cabildo y sediento entró en un bar. Agua fresca. Los héroes no toman alcohol. Allí sentada estaba Clara, la adivina. Mi héroe la reconoció por los zapatos multicolores. Se acercó y la saludó amablemente. Ella lo invitó y el se sentó un rato. Los héroe también descansan un poco. La capa roja pesa. Charlaron y se deliraron sobre las eventualidades de vivir en una ciudad plagada de farsantes y mediocres. Estuvieron de acuerdo en impulsar una ley que fundase un Estatuto para Héroes. Hasta organizaron una Asamblea General. MI héroe bebió agua clara y Clara, la adivina le tomó la mano izquierda.
—Morirás.
Mi héroe se rió con ganas.
—Los héroes no mueren nunca Clara, muere el dibujante, el redactores de comics, el mismísimo lector, pero el héroe es inmortal.
Ella se encogió de hombros.
—Eso es lo que dice tu mano, pués.
—Estás perdiendo el toque.
Dicho esto desplegó su capa y salió volando por el ventanal.
Clara, la adivina. Murmuraba.
—La oruga también muere, aunque mute en mariposa.

(Otra anécdota)
Una noche de Julio llovía torrencialmente. Un gato luchaba por salvar su pellejo de dos borregos que jugaban al tiro al blanco con su lomo. El gato trataba de subir al árbol. Pero cada vez otro piedrazo se lo impedía. Y el agua subía hasta llegarle al pescuezo. Una y otra vez lo mismo. El gato herido volvía al cordón. En eso mi héroe, que estaba saliendo de la tintorería, los vió en su juego macabro y sintió náuseas. Mareado se apoyó contra la pared y dejó caer la capa colorada recién planchada con apresto. ¿Dónde estan las madres de los chicos que apedrean a los gatos?, ¿pueden dormir tranquilas mientras se tortura a un inocente?. Tomó al gato entre sus brazos y con su mirada de láser le sanó las heridas. Los chicos lo mirabas asombrados. Y después se ocultaron detrás de la cortina. El gato temblaba junto a su pecho. Temblaba de miedo y de frío. Los pibes ni asomaban la nariz. Los niños les tienen miedo a los héroes tercermundistas.
Mi héroe se colocó la capa manchada de barro y se fué volando con el gato entre los brazos. Todavía temblaba un poco. Los pibes los vieron volar. Se miraron. Ninguno de los dos sabía que decir. Por fin uno habló.
—Los héroes yankees son mejores. Tienen poderes mortales.
El otro asintió. Se quedaron callados mirando la calle inundada.
—No te preocupes, el gato va a volver cuando tenga hambre...
—Ajá.
Silencio. Gotas.
—Creo que le di en un ojo.
—Entonces no importa si vuelve, no es tan divertido si no ve.
Cerraron la ventana despacio.
¿Dónde están las madres de los chicos que no duermen?, soñando, tal vez, con gatos tuertos.

(Otra más)
Está me la contaron antes de que lo conociera personalmente. Dicen que mi héroe se enamoró perdidamente cierta vez, de una vendedora de medicina prepaga llamada Tuya. La conoció en la calle mientras ella intentaba venderle una promoción especial para héroes argentinos en extinción inminente. Le invitó un café, y ella aceptó la segunda vez. Para que no la creyera chica fácil. Tuya. El nombre le gustó casi tanto como sus ojos almendrados.
Se relataron las infancias brevemente. Y ella se apiadó de sus años de psicoanálisis para soportar su condición innata de Héroe. Porque así se nace. Como príncipe o tirano. Y los chicos del colegio se burlaban y lo molestaban. Mi héroe los dejaba hablar. Siempre fué comprensivo con la envidia ajena. Tuya, en cambio, le contó una versión bastante diferente. Era la menor de seis hermanos, vendía caramelos en los trenes, lavaba toda la ropa, planchaba todos los días. Mi héroe se conmovió. Y creyó justo darle una recompensa por el esfuerzo realizado. Esa tarde le compró una mansión enorme y joyas verdaderas. Tuya se enfundó en pieles costosas y le agradeció entusiasmada con su suerte.
Hoy Tuya es diputada. Rica. Famosa.
Se vende al mejor postor. Ya no comenta su infancia mendiga. Es más. Paga a los medios para que la "olviden". La oculta. Y reniega de haber conocido a mi héroe urbano. Dice:
—Los héroes no existen Son pura ficción pasatista.
Y no ayuda a los pobres. Hoy es ambiciosa. Mi héroe nunca lo supo. Se hubiese mortificado. Los héroes también se equivocan.

(La última, prometo)
Una mañana Anónimo sobrevolaba el Mercado de Caseros, y vió dos viejos robando manzanas en el puestito de Don Roque. Mi héroe se puso furioso. La vendedora joven e inexperta atendía a uno, mientras el otro con sigilo guardaba las frutas en una bolsa de arpillera. Voló raudo y les arrebató el botín. También se acercó un agente de La Federal y se llevaron presos a los viejos. Inútil fué explicarle a los azules que robaban para comer. La vendedora agradecida convidó a mi héroe con una mandarina. Nadie escuchó las súplicas de los ancianos. Ni los relatos sobre el PAMI. Nada. Nada. Calabozo y a otra cosa. Calabaza, no hay tutía. Los dos viejitos maldijeron a
mi héroe. No sabían que él confiaba en la justicia. No sabía nada de jubilaciones indignantes, ni hospitales miserables, ni remedios sin descuento.
Los héroes no leen el periódico. Ni escuchan radio. No ven televisión. No son injustos. Sólo están desinformados.

Hay muchas anécdotas. Y no todas son ciertas. La gente es muy fabulera. Y usan a mi héroe para hacerse notar en las reuniones paquetas. Mienten:
—Yo lo conocí cuando le salvé la vida.
Dicen:
—A mí me impresionó que no fuera tan alto como decían...
Escupen:
—Algunos piensan que es trolo.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Vos no entendés? no hay héroes gay!
La gente es envidiosa y estúpida. Mi héroe murió por esas lenguas.

Después de las ocho y media algunos empezaron a irse. La comida. Los pibes. El partido de Vélez. Lo de siempre. Yo me quedé con otros para hacer el cortejo fúnebre. Me quedé hasta el entierro. Y me arrepiento. Sentí mucho asco. Todos querían saber de que había muerte. Otros tantos se adjudicaban su muerte como un trofeo. Yo los miraba y no lo podía creer. A mi héroe no le hubiese gustado que se lucrara con su muerte. Aunque claro, el no entendía muy bien lo que es lucrar. Sus amigos cantamos una canción de despedida. El presidente prometió un monumento en la Plaza Mayor en su nombre. Las revistas extranjeras titularon con un revés amarillista: "Héroe argentino muerto misteriosamente”, "¿Héroe cobarde, muerte o suicidio?", ó también
"Sangriento fin tercermundista para un héroe con carencias económicas". Obvio, la prensa de aquí se aprovechó y se llenó las tapas y las bocas ajenas contando "la verdadera historia" y el "verdadero final" de mi héroe anónimo. Hasta le inventaron nombres falsos como primicia.
Pero nadie sabe a ciencia cierta como fue que lo perdimos para siempre. No estaba herido. Ni un rasguño. Ni un disparo. No parecía un héroe muerto. No parecía.
Dicen que se cansó de tanta fantochada y se dejó languidecer con mate amargo. Dicen que se canso de los traidores y se dejó morir mirando informativos. Dicen que lo bajó otro héroe celoso de su fama. Dicen que hasta pude haber sido yo. Dicen. Buscan algo macabro. Algo novedoso. Algo imbécil.
Nadie sabe. Nadie.
Algunos le atribuyen enfermedades innombrables. Otros prefieren desacreditar su condición de héroe. Yo prefiero recordarlo con su capa colorada. No importa si lo mataron o se mató. No importa si era un tipo común o un loco. Ahora solo es una leyenda. Y las leyendas hay que tomarlas como las cuentan. Mentira o verdad. Es muy difícil comprobarlo a ciencia cierta. Son leyendas.
Lo cierto es que mi héroe murió esta tarde. Todos lloramos. Algunos desde las tripas, otros por pura conveniencia política. Pero no es una muerte real. Es solo colorante artificial y permitido. Los héroes no mueren de verdad. Mueren los dibujantes, los redactores de comics, los mismísimos lectores. Pero los héroes no mueren nunca. Aunque Clara, la adivina pretenda hacerme creer lo contrario.
Porque algunos locos todavía van a recordarlo. Esos. Que salvan a los gatos de las piedras de los pendejos. Que le compran un alfajor a un chico de la calle. Que lloran cuando ven un perro
muerto en Panamericana. Que sueñan con un mundo sin tanta lata. Sin ropa cara y modas raras. Los que no se compran con nada. Y no se venden a nadie. Y esperan.
Esperan que un día de estos mi héroe vuelva.
Aunque solo sea un cuento. Con muerte artificial y permitida.
Colorante.
Puro verso.

Uñas

Cuando niño le gustaba esconderse en el establo y mirar un punto fijo. Eso lo calmaba. Ya adolescente hablaba sin sentido, y es que Johan había nacido con la obsesión de la alquimia en sus venas, y ese no es justamente un tema mundano de conversación.
Se casó con Siri, Frieda y Harriet, y tuvo regordetes descendientes con todas ellas. Justo él, hijo de un comerciante autoritario y una criada sumisa, ¡tropezando tres veces con la misma piedra que se juró saltar!. Sólo en 1884 cuando se publica “Casados”, un duro ataque a las relaciones
matrimoniales, logra expiar su tormentosa infancia.
Diez años después dicen que nadie lo entendía mejor que Nietzsche, y su manía persecutoria le hacía creer que moriría envenenado. Esquizofrénico y misógino, ídolo en su Suecia natal, desde la primera coma de su primera obra supo que sería exitoso.
Pocos saben que Strindberg se comía las uñas.

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Johan August Strindberg (1849-1912)
Escritor y dramaturgo sueco. Considerado como uno de los escritores más importantes de Suecia y reconocido en el mundo, principalmente, por sus obras de teatro; se le considera el renovador del teatro sueco y precursor o antecedente del teatro del absurdo.

El Cuarto

Hoy llegó el cuarto. Nadie quiere abrirlo.
Pensamos que era una maldición. Cosa de brujas, como dijo Mariano. Pero ahora Pablo está realmente asustado. Unos días atrás, para burlarse de nosotros había escrito en un papel: “incendio” y lo tiró anónimo por debajo de la puerta de la oficina. Ese mismo día, aunque siempre fui muy cuidadosa, una colilla de Marlboro prendió fuego mi cesto de papeles. Nos reímos, y no le dimos importancia, pero cuando llegó el segundo: “pié quebrado”, y Marita se cayó por la escalera, ni siquiera esperamos su llamado desde la clínica, porque sabíamos que estaba fracturada de antemano.
Nos confesó su autoría cuando llegó el tercero: “corre sangre”, y Manuel se cortó el pulgar con el abrecartas. Temblaba Pablo, y obviamente no le creímos una palabra, pero él porfiaba que era cierto. “No mandes más”, le terció Mariano. Pero él dice que no puede detenerse.

La Pared

He visto nacer capullos de rosa, orugas mutando en mariposa, y hasta un pino que plantamos en Saladillo. Nacieron hijos de amigos, y hasta los hijos de otros hijos tuvieron los suyos propios, y yo también los vi. Pero hasta hoy, nunca había visto nacer una pared. Eso nació entre nosotros. Me gustaría negarlo, pero ¡mírala! con su incipiente hilera de ladrillos asomando, y balbuceando sus primeras incongruencias.
A diario la veo crecer, y me pregunto si también la verás. O si al menos notas que estás dejando de verme, porque ¡tiene un ímpetu! está llegando a mis rodillas ya. Persistente y silenciosa, va delimitando mis mares de los tuyos, tus sueños de los míos, y viceversa.
Duele verla, y sin embargo, ya no sé si es mejor tratar de derribarla a puñetazos, o pasarle una manito de olvido, y dejar que empecinada nos termine de dividir en dos.

La sed se da desde sal


La sed se desea a ellas.
A donde sale la sed, no da sal.
Lea a ese desde sal.


Eso lo sé ya desde sal,
ya desde sal a donde sed no da,
la sed se da y la sed seda;
y eso lo sé.


Secó red ella,
va donde sed no da,
valle de roces.
Ella ve, se anima.
 
 

Callé y oí voces.
Ella va donde sed no da.
Valle seco vio y ella camina ese valle.

Pepe Aguilar Alcántara
@PepeAA



Esperanza



Tengo un libro con tu nombre en el buró del otro lado de mi cama,
por si un día te decides y amaneces conmigo.
Por que tengo tu espacio aquí, junto a mí,
esperando el momento de verte amanecer sonrisas
con mi ojos por espejo, y mi boca haciendo eco.
Te espero con mis manos vacías deseando ser casa de tu rostro
y cobijo de tu cuerpo.
Con mis piernas queriendo ser prisión de tu cadera.

Te espero. Y guardo celosamente el lugar que no buscaste.

Te espero, sin ocasión posible.

De forma inútil, sí, pero te espero

El amor contigo

Que tus ojos vistan los míos con besos, es abrazarlos a ti y dejar que me llenes de color todos los paisajes reprimidos.

Que tu voz se convierta en mis palabras cuando se han quebrado las mías con el sonido del dolor.

Que pintes cielo de colores para ver siempre paisajes distintos cada que mis ojos se atraviesen por los tuyos.

Que tu beso me lleve de la mano habitar tu boca y cada palabra que sofoca, se ahogue en un suspiro.

Que tus ojos me abracen de tal modo que aunque la tierra se cimbre en un rugido, tus ojos me llenen y me guarden de todo sonido.

Que en medio de un cuaderno vacío, tus palabras sean suficiente para llenar de versos todas las lineas que abarquen mis ojos.

Que quedándome vacía, seas capaz de llenarme la nada, en un universo nuevo donde me pueda mudar con tus ojos puestos.

Que nunca caigas a mis ojos y si mueres, soy capaz de mantenerte con vida para seguir respirando y este mundo no carezca de sentido.

Que llenes calles desiertas, de silencio con tus palabras y tus ojos. Que no muera una tarde sin besarme los ojos con el ocaso que me regales.

Que la lluvia salga a pasear sólo en las nubes, jamás en mi rostro para escribirte poesía.

Que el cielo se vista de sol, para destaparme una mañana suave de bellos colores, mientras tú despiertas mis pestañas con un suave beso que me regale todos los sabores.

Que vistas una luna en mi ventana, por si me da la gana, para regalarle mis ojos mientras le escribo y le verso.

Que me pintes universos y también un cielo rojo donde se estrellen los naranjas besando los amarillos.

Que nunca mueran tus manos, ni tenga sed de tus labios, de los versos yo me encargo si se han escondido tus ojos.

Y si desaparece la tierra, sea tu mano quien me sostenga mientras yo nos sostengo las palabras.

Hacer patria en tus ojos y reclamarlos como míos mientras me invitas a vivir en casa y yo me mudo contigo.


Eso, justo eso, es el amor contigo.


Silvia Carbonell L.