martes, 24 de enero de 2012

Sueño



Caminamos este puente de infinito a infinito, 
uniendo las bocas en un pedazo eterno de nosotros.


Conocimos el tiempo de distancia a distancia 
uniendo las palabras detrás de la noche.


Abrimos el mundo de grieta a grieta
uniendo las madrugadas dentro de nuestros ojos.


Deshicimos las pieles de país a país, 
desgastando las caricias en un pedazo de cielo.


Cantamos las ganas de voz a voz,
lamiendo todos los vientos con la misma lengua.


Tocamos las ganas de mirada a mirada, 
bebiéndonos la espera dentro de la misma sed.


Dibujamos la música de canción a canción,
haciendo sonar el futuro con las mismas manos.


Abrasamos la voz de noche a sur, 
tocándonos el mundo con la misma mirada.


Esperamos el paraíso de sueño a vida,
siendo día a día las mismas gotas creciendo.


Respiramos el amor de pasión a deseo, 
siendo segundo a segundo una noche de promesas ciertas.

Alma E. Palma y Eduardo Magomi

Barrotes Invisibles

Soy esclava de un reloj por las mañanas
Del humo de un cigarrillo
De mis miedos, de mis ansias
De mis gritos contenidos.

Soy esclava del dolor de las caídas
Del cansancio y la rutina
Soy esclava de mi sombra
(la verdad y la mentira).

Ah! poeta que reclamas
con fiebre necia y rebelde
libertades liberadas
de cobardes inconscientes...

¿No ves que yo soy esclava
de mi sangre y de mi vientre,
del saberme un ser humano
algo común y corriente?

Soñé




Texto: "Soñé" de Alma Palma y Rubén Ochoa
Música: "The first time I loved forever", de Lee Holdridge, interpretada por Stepan en Youtube
Voz y Producción: Nadia L. Orozco

El Amor intercultural en los tiempos de Francia



Hace unos años, una amiga de la que estuve locamente enamorado durante un mes, justo antes de conocerla mejor, se enamoró locamente de un amigo mío francés, cuyos mejores atributos eran: no ser feo, hablar español con acento afrancesado y hacer el Amor en perfecto francés. Como todo hombre de honor, me hice a un lado y disfruté de lejos, muy lejos, el Amor que se procesaban, y cuando digo “disfruté”, quiero decir “envidié”, porque mi amiga es una belleza de los pies a la cabeza y a nadie le agrada verse relegado por culpa de un acento. En fin, esa es mi dosis de despecho. En realidad, una vez que la conocí a fondo, se perdió el encanto del enamoramiento y se convirtió en una amiga atractiva con quien salir de vez en vez, sin el compromiso ni la esperanza de llevarlo a algo más.
Por meses fueron la pareja sensación en los círculos que frecuentábamos, eran el cuento de hadas perfecto para toda mexicana enamorada de la idea del príncipe azul. Hasta que llegó el momento que mi amigo francés debía regresar a su tierra. Era un secreto a voces, en el mundo de la salsa todo se sabe, que a final del mes, él se iría y ella se quedaría acá, con todas las nostalgias e ilusiones de una mujer profundamente enamorada.

Se llegó el día, él partió y ella se quedó. Pasaron dos meses y un día, mientras comíamos, me dio la noticia que había la posibilidad de irse a Francia, a pasar unas largas vacaciones con su amado francés.Me preguntó qué opinaba, ¿ya dije que nos habíamos hecho buenos amigos?, pues sí, le hablé con toda la honestidad que siempre me ha caracterizado.
Para la mayoría, el Amor llega pocas veces y los grandes amores son aún más escasos. ¿Qué si existía el riesgo que no funcionara? Por supuesto, más eran muchos los años que se reprocharía no haberlo intentado. ¿Qué si lo amaba y estaba enamorada?, hasta por debajo de las uñas estaba su nombre impreso. ¿Entonces?, a volar, vete a vivir el sueño de tu vida, si funciona grandioso, si no es así, regresa, aquí te esperamos todos los que te queremos con los brazos abiertos y los hombros dispuestos para que llores entre lágrimas y sonrisas en ellos.

Y se fue, se perdió por dos meses, a lo mucho sabíamos por algún correo o comentario de un amigo de un amigo que estaban bien, enamorados y felices. Hasta que un día, estaba en mi mesa, tomando una copa, con Oscar de León estremeciendo la pista, cuando la vi aparecer, iba con sus amigas más cercanas, la mirada brillante, la ropa negra delineando su figura y disfrazando sus penas, si es que las había. Más noche, mientras bailábamos, me enteré que se había regresado, sola y eso fue todo lo que hablamos, no era el lugar ni la hora para llevar la plática más allá, además que era evidente que había salido a distraerse y regresar sobre sus pasos.

Unos días después platicamos en la comida, largo y tendido. Me enteré que los primeros 15 días en Francia fueron de ensueño: Paris, su cultura, sus historias, ella y él, juntos, tantas ilusiones en el aire, tantas horas en la cama. El resto de los dos meses, fue un globo aerostático que poco a poco se fue quedando sin suficiente calor para mantener la relación en lo alto, hasta regresarla con todo y maletas al suelo donde había nacido.

Para empezar su amado no vivía en Paris, si no en una pequeña ciudad a una hora de Paris, cuyo ritmo de vida era lento y rutinario, comparado hasta con la ciudad donde ella vivía, ya no se dijera La ciudad Luz. El se iba a trabajar por las mañanas y regresaba por las noches. Ella ocupaba el tiempo paseando por el pueblo-ciudad, tomando clases de un idioma que no más no se le daba, conviviendo con unos suegros ya en edad avanzada con los cuales no se entendía más que a señas y en general más sola y perdida que un grito en el más bello e imaginario bosque galo.

La comida era rara, las costumbres muy diferentes, debía vestir más “recatada”, su trabajo arreglando uñas se había quedado del otro lado del atlántico y acá, sus ahorros habían desaparecido en un abrir y cerrar de Euros. La convivencia con su galán estaba fatal, ella era toda una mujer, había educado y sacado adelante sola a una hija de 14 años, él en cambio, era un hombre en desarrollo, acostumbrado a que le sirvieran y sin la madurez para afrontar las responsabilidades en pareja. Tenía un genio endemoniado y estaba todo el tiempo tratando de cambiarla, de afrancesarla, ella en cambio, cada día se sentía más mexicana y más fuera de lugar. Los fines de semana y las noches de luna llena en la cama solo retrasaban lo que en su interior ya era una certeza que trataba de ahorcar en vano: no tenían futuro como pareja y más tarde que temprano tendría que afrontarlo y empacar su Amor de Francia en una maleta.

Me lo contó todo sin llorar, no por falta de ganas, si no porque hasta el mar se cansa de visitar la misma playa. Me agradeció mis consejos y buenos deseos antes de su partida, y me agradeció aún más el hombro dispuesto y la mirada franca y sin lástima. Lo disfruté, me dijo serena, y ahora lo atesoro como la más maravillosa de mis experiencias y el más grande de mis amores, pero aunque el Amor sea muy grande, no significa que sea eterno o invencible. Quizá más adelante haya futuro para nosotros, quizá en algún momento el reloj de él marque la misma hora que el mío, dejo la puerta abierta, más no me limito a vivir de esa esperanza. Desde entonces ha llovido y ha caminado bajo la lluvia tomada de otras manos. A veces está sola, a veces acompañada, yo la veo siempre satisfecha de haber elegido los caminos y dar los pasos correctos para llegar a ellos.

Renko
@ArkRenko
El Rincón tortuoso de mi consciencia


Esta historia fue recordada y escrita con mucho respeto después de leer el blog de @Nadiamente y todas las entradas a la fecha publicadas sobre su Amor tuitero en tierra Argentina. 
La rutina y la convivencia son al Amor, lo que la corrupción es a una sociedad.


Me enamoré de Roberto

    Es cierto que Roberto murió antes de que llegara a conocerlo. También es cierto que Roberto no murió, que vive en cada intento. Álvaro conocía a Roberto. Dónde y cómo se conocieron no viene a cuento. Lo importante es que Álvaro presentó a Nadia y a Roberto. Tampoco sé cuánto se conocen y si llegarán lejos. Lo que sé es que Nadia me lo presentó y así comenzó el juego.
    Roberto era chileno. Aunque también era argentino y mexicano y español y, a pesar de que suena loco, sobre todo era Roberto. Y el tiempo verbal es incorrecto, no era, es Roberto.
    Debo aclarar que, en realidad, no me enamoré de Roberto. Vamos, los que me conocen saben de mi amor por Nadia. Me enamoré de su forma de jugar el juego. De su forma de fragmentar la realidad y doblar el tiempo. De la manera en que, irremediablemente, te involucra al leerlo.
    Hacía mucho tiempo que no leía una novela que me dejara perplejo. Que calara tan hondo. Que me empujara a caer en la sed del que sueña despierto. Cuando Nadia me mostró su ejemplar de “Los detectives salvajes” lo miré con recelo. Tenía otros libros que leer primero, así que lo dejé juntando polvo en el librero. Pasaron un par de libros y algo de tiempo antes de que me decidiera a leerlo. Y eso fue todo. Caí preso.
    Puedo decir, desde mi infinita ignorancia, que ese libro de Roberto Bolaño vale en oro su peso, o, mejor dicho, lo que vale es lo que ganas al leerlo. Es un ejercicio invaluable. Es incalculable el empujón que le da a tus dedos. Te empuja a olfatear, a perseguir, a intuir, a armar el rompecabezas rompiéndote los sesos.
    Sé que escribí mucho y no dije nada, o dije todo, ya veremos. Ahora estoy leyendo “Los sinsabores del verdadero policía” y sólo puedo decirles que vayan a su librería preferida y, sonriendo, pregunten qué libros de Roberto tienen esperando y se lleven uno a su casa y se unan al juego.

                                                                                                                     Rubén Ochoa

Jugar infinitamente a lo finito.

No me olvido de recordarle ni de buscarle donde no le encuentro; Así que sigo con la memoria llena de vacíos que me hacen finitamente feliz.

Y corro fuerte con los pies levantados, casi brincando en cada paso al ritmo de aquella canción hecha para escaparse, para las huídas.

Y mirar sus brazos rotos, quebrados, sintiéndome inalcanzable, como sólo yéndome a ningún lugar, a ninguna parte con nadie, sólo yéndome, siguiendo en otra parte como anónimo, como un "no-one" en "no-where", sin embargo continuar en el vacío, tratando de encontrar la forma de llenarlo, éste vacío que es tan suyo como mio, porque aún cuando me habita éste tiene su forma y se mueve y se siente en otras partes, como una ausencia nómada; A veces duele afuera, en todos los lugares donde no estás, otras tantas se siente dentro y se siente sin sentirse, porque es la ausencia, la ausencia pesada, espesa, insoluble, la ausencia de la huída y la fuga.

Hasta ahora no me olvido de recordarle.


2 de enero de 1988



2 de enero de 1988, hoy es mí cumpleaños....tengo 24 años...

Si ya lo se, en mí perfil dice que tengo 44 años y es correcto, pero tengo la gran suerte de poder celebrar dos cumpleaños.

El 12 de enero de 1988 a las 6:45 horas mientras iba al trabajo sufrí un grave accidente de moto, y cuando digo grave es que lo es, creerme. Un mes y medio en coma, casi cinco meses en la UCI, creo que han sido unas 19 o 20 operaciones a raíz de eso, ya ni me acuerdo.... 16 meses sin ver la luz de del sol ni respirar aire puro, aunque en total estuve ingresado cerca de dos años y medio. 

Todavía recuerdo cuando un fin de semana me concedieron un permiso para ir a casa. Olí el aire, sentí el poco viento en mí cara y me dolían los ojos. Me llevaron a casa en ambulancia y les pedí que no corrieran mucho ya que me mareaba, pero en realidad lo que sentía era miedo. Recuerdo cuando llegue a casa, me entraron en silla de ruedas, la cara de mi madre, de mi padre y de mis 5 hermanos todos con una sonrisa forzada y lágrimas en los ojos. Pero lo que más me impacto fue la reacción de mí perra, una pequeña perrita de mezcla que habíamos cogido en la protectora de animales hacía unos años. Empezó a mover el trasero y la cola, me olió, me lamió, empezó a sollozar como si la estuviesen matando y sus lágrimas salían de sus ojos a borbotones, juro que es cierto. Y la pobre se orino en el recibidor de casa, jamás lo había hecho. Ese fin de semana mí perra no se separó de mí, incluso dormía a los pies de mí cama y me miraba de una manera especial. Sentía mi dolor, sentía mi pena y la compartía conmigo. Solo lo pueden entender lo que han tenido animales, era alucinante y muy doloroso. No quise volver a casa ningún fin de semana más hasta que me dieron el alta definitiva, no me sentía con fuerzas ni preparado.

La vida nos da lecciones, ingratas en ocasiones. Cuando el Domingo por la tarde vino la ambulancia a recogerme y mientras me estaban metiendo dentro, se acercaron dos chicas del barrio a desearme suerte y me dieron un beso cada una con lágrimas en sus ojos. Dos chicas que eran retrasadas mentales y que caminaban con mucha dificultad, dos chicas de las que nosotros, los "machotes" del barrio no nos cansábamos de reírnos de ellas cada vez que teníamos oportunidad. Cuando se cerraron las puertas de la ambulancia me puse a llorar, pensé, soy un verdadero hijo de puta. Esas dos hermanas me enseñaron una de las primera lecciones que a raíz de mí accidente aprendí, vive con el corazón y no juzgues a nadie por su aspecto si no por sus sentimientos y su interior.

Aquella habitación de la tercera planta de traumatología del Hospital de la Vall D'ebron se convirtió en mi casa. Tenía ciertos privilegios por el tiempo que llevaba, era el más antiguo de todo trauma. Tenía una TV, mí primer teléfono móvil, de aquellos del maletín ¿os acordáis de ellos? Incluso subía cada día la dietista para preguntarme que me apetecía comer al día siguiente. perdí más de 20 quilos....

Otra de las lecciones que pronto aprendí es que siempre hay alguien peor que tu. Una vez en la parte trasera del gimnasio, la que da al parking de los empleados, que no es otra cosa que la sala de rehabilitación, nos la abrían cuando hacía buen tiempo para tomar el sol. Estaba allí sentado fumando a escondidas y se acerco un tipo del que todavía recuerdo su nombre, Pablo. Me vio cara de tristeza y alguna pequeña lágrima asomando en mis ojos. Era un trabajador de explosivos Rio Tinto al cual por un accidente de trabajo le volaron los dos brazos y una pierna. me dijo textualmente, que haces imbécil llorando de pena? deja de autocompadecerte no tienes ni puta idea de lo que es el verdadero dolor, el dolor del alma. Siguió diciéndome, hace 7 meses que estoy aquí y no he consentido que vengan mis hijas pequeñas (dos hermosas crías que conocí) ¿sabes lo que voy a sentir cuando vengan mañana y les quiera dar un abrazo y no pueda dárselo jamás? Me dejo hecho una verdadera mierda y me sentí poca cosa y partícipe de su dolor. Segunda lección aprendida.

Podría seguir explicando vivencias, tengo muchas, tal vez demasiadas para mis 20 años de entonces, pero solo quiero recordar por último a alguien que fue muy importante para mí. El doctor Mella, más que un médico fue un padre para mí, un amigo. Sabía el miedo que me daban las anestesias y nunca me dejo ver un quirófano, me dormían en la antesala a petición suya y siempre cogiéndome de la mano. Era lo múltimo que veía cuando me dormían y lo primero que veía cuando me despertaba y siempre cogido de su mano. Con ese fantástico medico y mejor persona, lloré, reí y gran parte del hombre que soy hoy en día se lo debo a el.

Quise abandonar el hospital por última vez bajando las escaleras de la entrada principal, unas pedazo de escaleras de tres pares de cojones la verdad. Era mi sueño, salir como una persona normal de allí. El Doctor mella y alguna de las enfermeras de la planta tercera, miraban con lágrimas en los ojos y alguno incluso llorando mientras yo bajaba aquellas escaleras solo ya que no quise que me ayudasen. Cuando legue abajo, levante los brazos como Rocky jejejejeje y el Doctor Mella bajo las escaleras y me dijo, entraste aquí destrozado siendo un chaval de 20, hoy sales con 22 años y casi medio y hecho un hombre. Jamás olvidaré esas palabras y jamás olvidare todo lo que aprendí en aquel tiempo. Experiencias de todo tipo que hasta al más cabal le sorprenderían, algunas emocionales y otras sencillamente dentro del capítulo de lo inexplicable, pero eso es otra historia...

Por eso de vez en cuando, tengo necesidad de desnudarme emocionalmente aquí y en la vida 1.0, porque me jure que siempre viviría mis sentimientos como si fuese el último día, intensamente y sin engañarme.

Ya nadie de mí familia se acuerda de este día, los primeros años me llamaban pero ahora ya no, y lo entiendo. Eso no es lo importante, lo importante es que la vida sigue y hemos de vivirla de la mejor manera posible y con nuestros sentimientos a flor de piel, odiando cuando hay que odiar, amando cuando hay que amar, comprendiendo cuando hay que comprender, ayudando cuando cuando hay que ayudar... Pero por encima de todo vivir cada día como si hoy fuese el último de nuestros días y diciéndoles a las personas que te importan que las quieres y lo que significan para ti. 

PD: Me ha quedado muy largo, lo se, pero que os conste que podría escribir incluso un libro jejejejeje ;-) Y disculpadme por la ortografía y la sintaxis, cuando habla mí corazón no repaso nada, sencillamente me dejo llevar por lo que en ese momento pienso y siento.

Si alguien lo ha leído entero, enhorabuena y gracias, es largo del copón ^_^


(El texto está copiado íntegro de la publicación del autor en Google +, pinchad aquí para ir a la publicación original.)


Francesc Mora
@papasito
El Blog de Paspasito



Conejeando


—¿Qué hacés Coneja? Hace muchas madrigueras que no te veo.
—Aquí nomás, un poco aconejada. Es que no sé qué ponerme.
—Ponete conejo, dicen que brincan todo el año, comenzando en enero.
—¡Conejo! ¡Ja! ¡Hace mucho que no pesco uno! O diré más bien que no lo cazo. O no lo caso, que para el caso, es también eso.
—Es que los conejos son esquivos, menos cuando los adobás con un buen tinto.
—Hablando de tintos, mírate los bigotitos: los tienes llenos de algo que podría, o no, ser salsa.
—¿El mostachín está olvidadizo? Siempre le gustó más el tango, que no es lo mismo.
—Yo no tango nada. Tampoco salsa ni chachachá. Es una pena.
—Yo te entango si querés, che Coneja.
—En tanga no, que me enamoro. Pero escurre el che por ahí, que estorba.
—Sin tanga y sin che, como vos quieras Coneja, que a este conejo le faltan pretextos y le sobran tretas.
—Ven Conejo, vamos a perdernos el respeto, pero poquito.

Así como fue

Al borde del abismo, él la sujetaba. La tenía bien agarrada y sin dejarla saltar, sus brazos le rodeaban la cintura, su pecho se agitaba contra su espalda y sus labios pronunciaban su nombre con suavidad. No saltes, le decía, no te vayas.

Sólo estaba tentando al destino, no tenía ganas de saltar. Sólo estaba mirando el abismo, esperando encontrar, quizás sus razones, quizás su soledad. Sabía que no era el momento, mas quería intentar desprenderse de sus brazos y volar.

Ella sabía lo que iba a pasar. Como si lo viera, él la iba a soltar. Caería para siempre sin el fondo tocar. Si no era ahora, un día iba a llegar en que sus manos la iban a abandonar.

Y tiempo después, lo vería otra vez. Ambos lamentarían la caída. Él por soltarla, ella por caer. Y en una mirada querrían que todo volviera a ser como fue.

Nadia L. Orozco

Él



Te autorizo a navegar
sobre el mar de mi cuerpo,
a apagar mis ganas encendidas. 


A delinear las orillas de mi noche,
a crepitar con los cuerpos llenos de sal
y arar el deseo que hiere,
y arremete cualquier camino.


Una voz se aferra a mi garganta;
tiene color de gemido
y se desnuda en tormento ahogado,
las mareas se agitan precipitándose
al abismo de tu boca.


Y mi boca te pronuncia, y muerde tu calor
un calor exquisito lleno de momentos, 
una lengua humeda  tiembla de sed
y arde bailando en mi ombligo. 


Es entonces que  languideces, líquido
sobre los contornos de mi piel,
un susurro salvaje abraza mi cuerpo,
y me dice que eres tú. 


El horizonte esconde mis ganas contenidas,
aquí un vientre está ardiendo de vida.


Dedicado a Eduardo Magomi

Alma E. Palma.

Cascadas

Cerro San Bernardo, Salta, Argentina, 2012.

El río se suicida en la cascada, pero nunca termina de morir.

Nadia L. Orozco

Diferencias

    Diferencias

Sólo sé amarla
   sólo sabe amarse.
Sabe todo de mi
   sólo sé que la amo.

Mi vida es plenamente suya
    la de ella, es plenamente de ella.
Mi ser es el ocaso de su belleza
    y ella la luz de mi vida.

Ella, la flecha que conquistó mi corazón
   yo sólo soy, el vagabundo que se enamoró.
Ella, la musa de mi vida
   y yo sólo el esclavo de su amor.

Bian



Cruzar el puente





Imaginar cuánto habrá al otro lado,
imaginar tu sonrisa esperando, esa que sólo siento, que sólo escucho.

Imaginar tu aroma, respirarla, abrazarla.
Imaginar tu abrazo, tus besos.

Sólo habrá que cruzar el puente, convertir las dudas en certezas

Atreverse... cruzar el puente. Vivir la belleza que se ve desde este lado

Vivirte...



                                                                                                                           Eva Beltrán




—No sorbas esa teta, seré mal amigo.
—¿Ella conoce?
—¿Oye mal? Esa teta se lame.
—¿Yo?
—Eco no. Calle o gima.
—Lamer esa teta sé ¡Sabrosón!

                                   Por @OtroRuben 

Desde la esquina de mis ojos

Alma E. Palma


Caminamos lentamente



Caminamos lentamente hacia el pórtico. Inocentes, jóvenes e inexpertos. Esperando algo sin saber que era. Tomaste mi mano. Sudor frío, saliva, dolor de estómago. No había mariposas, solo deliciosos retortijones.
Moviste tus dedos, nervioso, pálido y como siempre, hermoso, y mío, tan mío que podía gritarlo al mundo sin duda alguna. Entrelazaste nuestros dedos y torpemente deslice mis dedos por el dorso de tu mano, trazando sueños en tu piel. Estremecimiento, sudor, saliva.
Nos miramos apenas un segundo, desviando la mirada como si escondiéramos algo. Mis manos temblaban, sonreíste.
Tus ojos brillaron y supe que algo iba a pasar. Sentí como soltaste tu mano y el vació me ardió en la base de la nuca. Limpié mis manos, nerviosa, estremeciéndome al roce de tu mano cruzando por mi espalda. Sudor, saliva.
Tus dedos flotaban temblorosos sobre la delgada tela de mi blusa, podía sentir el calor de tu mano, mi piel erizándose deseosa de un no sé qué que solo tu me podías dar. Cerraste tu mano sobre mi hombro.
Quise abrazarte pero seguíamos caminando. Podía oler tu aroma, ese conjunto de loción y delicioso aroma a hombre, a playa, a sal, a ti. Sentí un repentino impulso de lamer tu cuello.
Llegamos a la verja que daba a la calle, la abriste para mí y nos separamos porque el paso era estrecho. Frío, estremecimiento.
Miramos la puerta como si fuera una sentencia de muerte y en ese entonces lo era. Me miraste acalorado de repente, con las mejillas sonrosadas; directo a los ojos como robándole a mi corazón el último trozo propio. Tuve miedo, taquicardia, frío arriba, calor abajo, anhelo.
Tomaste mi rostro, como si me rompiera, delicadamente, y yo deseé tu piel sobre la mía.
Miraste mis labios. Ya no pensaba nada, todo era manos, piel con piel, playa, sal, tú. Tu aliento en mi frente, creí que mi columna había salido volando en algún suspiro. Ya no podía sostenerme y adivinándome tomaste mi cintura, deslizando tu mano por mi cuello, quemando, desintegrando cada poro que tocabas. Deslizaste tu nariz sobre la mía, cerraste los ojos y compensaste su ausencia con besos. Una gota de sudor se deslizo por mi espalda, trazando un mapa para tus manos. Besaste mi mejilla. Mis labios querían encontrarte y se quedaron entumecidos de deseo. Sentí tu pecho contra mí, todo tú, toda yo. Ya sentía la humedad de tu boca en la frontera de mis labios. Me besaste. Fuimos uno. Y exploté en mil partes, todas con tu nombre escrito en ellas. No había vuelta atrás, ya era tuya, desde los dedos de los pies hasta los anhelos ya te pertenecían sin excepción.  Fue apenas un segundo, pero fue nuestro, del ser que formamos en ese instante, ya yo no era un yo, ni tu eras un tú. Fuiste mío y yo tuya, nos robamos del aliento el alma.
Caminamos a la puerta, nerviosos, anhelantes y dijimos adiós por una noche.
-Hasta otra noche.- dijiste.
Solté tu mano y te empecé a extrañar. Temblando. Esperándote. Ya toda tuya.

Fátima Li

Hay de piropos a piropos

Odio oír: "bonita: yo sí te doy".
¿Zorra yo? ¡Ho!
Yo sólo no lo soy, ¡o!
¿Hoy, arroz? Yo de ti soy:
atino, brío, oído.

Por: @nadiamente

La niña que no conocía las palabras

En un pueblo del norte, vivía una niña que no conocía las palabras. Ninguna. Entonces las inventaba. Se pasaba todas las noches pensando y repensando. Mirando fijo un abecedario de cartón, que le había regalado de bueno nomás el maestro Luis, finadito el pobre tipo, y pariendo palabras.
La primera que creó, y no sin mucho esfuerzo, fue: constitución nacional. Después vinieron las leyes, los incisos, los párrafos, el preámbulo. Y ella entusiasmada y velada de insomnio, continuaba. Llegaron los decretos, el senado, los diputados, los jueces.... Y ella continuaba iluminada, las enmiendas, las cárceles, los presos... ¡Llenó todo un cuaderno casi, aquella noche de Diciembre con palabritas nuevas!. Presidente de la nación, primer ministro, secretaría de salud pública, confederación general del trabajo, proceso, desaparecidos, montoneros, activistas, fuerzas del orden, democracia, gastos reservados, decretos de necesidad y urgencia, fondo monetario internacional, libre mercado, primer mundo. Larga, la listita en tinta azul lavable y prolija.
Una tarde, según me contaron los paisanos del lugar, todos dormían la siesta, y el calor quemaba hasta los cardos. Y María, porque así se llamaba la chiquilina, estaba como siempre debajo del quebracho con su pluma, el cuadernito, y mirando fijamente el abecedario. ¡Cuando sucedió algo increíble!, después de haber escrito más de cuatro hojas de palabras relucientes, su mente se puso en blanco. Su lengua se enmudeció. Sus ojos se nublaron para siempre. Y no pudo entender nada de lo que había escrito. Ni una sola palabra. Nunca más.
Cuentan que anduvo hasta el día de su entierro, con bastón de quebracho buscando a tientas recobrar sus palabras por ahí. En el viento, en el tiempo, en los silencios de la siesta.
Yo tuve su cuaderno entre las manos, amarillento ya por los años, cierta vez que pasé por el pueblito.¿Y saben qué?, lo último que llegó a escribir la chiquita antes de aquella extraña explosión blanca fue: “Justicia.”

Arrastre

¿Pausas? Todas las necesarias, nunca la prisa, ya sabemos el camino y cuanto se tarda en recorrer toda una vida.


Me arrastra a su eje, sus ojos, el centro. El mar donde me hundo en sus aguas negras y abro universos donde no necesito nada porque yo me siento plena.
Arrastran sus manos, el arquitecto donde soy el plano con el que construye los sueños.
Arrastra, soy agua y él mi río que empuja mi cause abierto donde se descubre la abundancia.

Me arrastra y su tacto, las manos perfectas de un pianista acariciando melodía.
Indiscutiblemente lo logra, el color de sus letras toma otro tinte más profundo y más intenso que hace el sello de mi fuerza.
Arrastra y su boca tan mía, embona en perfecta simetría. Al chocar nuestros labios, los mundos, se funden y nace poesía.

Me arrastra y soy todo, no pedazos a los ojos, nada a medias, todo entero, soy y existo. Respiro y germino en semilla naciendo en un poema en medio del paraíso.
Le arrastro y él gira. No es satélite, es un sol bailando al ritmo de la luna en poesía.

Nuestras manos llevan huellas de tantos tiempos, que el arrastre al chocar los ojos es inmediato, en esta vida o en cualquiera.
Indiscutiblemente es arrastre, la fuerza más poderosa de mi naturaleza, por él soy tierra, sombra, nubes, cielo. Sobre todo luna en marea.

Huracán, la tierra explotando de sus entrañas en volcán. 
Así se ama en sus brazos. Desaparece este mundo y se abre el universo.
Nunca sombra, siempre un sol, que ningún dedo señalando, podrá ocultar ni borrar de la faz de mi rostro.

Roca, arrastre en piedra que no se mueve, firme, con los pies bien plantados en la tierra y con la mano encima conmigo en el universo.
Si le necesito volcán él abre sus entrañas y me abrasa. Si mis lágrimas se escapan, él hace llorar a la tierra. Que nada me toque, porque desata su furia, tiembla y erosiona, si de mis ojos una lágrima se asoma y se aparta.

Si necesito un poema, pinta jardines de colores en fotografía y me lleva a cada paisaje donde no me pierda nada de lo que sus ojos miran.
Su arrastre tiene nombre de tiempo, nada sucede sin que antes no pase por sus ojos, sea sostenido por sus manos y depurado hacia mis labios.

Me arrastra, desaparece este mundo y nos invaden las letras, me lleva a la profundidad de un universo que se llena de palabras nuestras.
Le arrastro y él atraviesa mareas si un suspiro mío le necesita en la tierra. No hay cielo que no atraviese por mis ojos rompiendo el sonidos y distancias.

Nunca gravedad alguna nos atrapa en otros centros. Demasiado diseño perfecto, no fue hecho para girar hacia órbita cualquiera.
Arrastre, marea, ola que choca en roca y no se queda. Ola naciendo y acariciando la arena, isla eterna y abrazo a la tierra.

Sol que abunda y no desaparece, sol que nace en las mañanas y si se marcha, pinta el cielo de ocaso y viste la noche para que no le pierda.
Marea en la tierra, yo luna alcanzando con la punta de mis dedos sus caricias en la arena. En medio, ninguna fuerza capaz de evitarlo, ni lograr que yo desista de amarle y quedarme a su lado.

Se lleva, se guarda y no se entrega. Se queda y no se marcha, nada puede moverlo del lugar en que se posa. Dentro, dueño y señor del reino. Dentro, el mar donde yo guardo la arena y todo mi tiempo. 





















Silvia Carbonell L.

Tejí una bufanda

Tejí una bufanda para ti.
Un crochet, el estambre y yo tejíamos cada tarde, cada noche
y siempre estabas en mi pensamiento.

1, 2, 3 contando los nudos para que quedara uniforme
4, 5, 6 pensando en tu cara al recibir tan singular regalo
7, 8, 9 recordando las viejas charlas
10, 11, vuelta y volvemos a comenzar con el 1, 2, 3 sin parar.

Cual telaraña poco a poco se iba formando la prenda
Que adornaría y arroparía tu cuello en las noches de invierno
cuando yo no pudiera hacerlo.

Tejí una bufanda para ti, con la ilusión de que te quedaras,
De que me quisieras y juntos partiéramos lejos de esta Tierra.

Mas mi esmero fue en vano, cual fantasma te evaporaste
Esa noche, ¡esa terrible noche en dónde nada importó!
Y por la que ahora me despierto gritando, esperando…

Pareciera que lo único que me reconfortaría
eran aquel crochet y la vieja bola de estambre
pues me acompañaron junto a la chimenea, tejiendo y tejiendo.

Hoy estás aquí, hoy has venido por mí,
Juntos nos evaporaremos e iremos al cielo al fin
Sólo déjame decirte: Todo este tiempo que esperé,
tejí una bufanda para ti.

Diana Feria
@DianaFeria
http://dianagmferia.blogspot.com
http://soysinser.wordpress.com

Todo era perfecto



Todo era perfecto, la vida ideal, cualquier cosa con la que un hombre podría soñar. Era feliz. Eso creía.
Tenía una empresa exitosa, y los carros, casas y demás lujos que esto conlleva.
Era bien parecido, sabía hablar en público y había aparecido un par de veces en televisión.
Exitoso entre las mujeres, le llovían a montones. Además sabía bailar y seducir. Había aprendido a complacer a una dama desde hace mucho tiempo.
Su mundo, por supuesto, se limitaba a las altas elites, se codeaba solo con gente “fina” y de poca estima. Una vida superficial.
Hasta que la conoció.
Aquella periodista de periódico de quinta. Fue a cubrir una nota, la inauguración del nuevo museo de arte moderno. Algo medianamente interesante que leer, lo único de ese periódico.
Fue su pinta quemeimportista y desfachatada lo que lo atrajo.
Para él era simple e incluso costumbre. Le invito un café y a salir otra vez. Le dio una probada de su grandioso mundo.
En poco tiempo ella estaba en ese entorno lleno de lujos y placeres. Estaba enamorada. O eso aparentaba.

Era una chica problema, de esas que no da un paso sin insultar a la autoridad.
Nunca lo imaginó, pero fue eso lo que poco a poco lo hizo caer. Esas aventuras, esos delirios de libertinaje; terminaron atrapándolo.
En realidad, pasó muy poco tiempo, pero fue suficiente para alterar su vida. Estaba tan inmerso en esa nueva locura, que su partida fue tan dura como un pájaro recién nacido que,  abandonado por su madre y sin saber volar, no tiene otro destino que la muerte.
Al principio, parecía que todo volvía a la normalidad. Su empresa estaba intacta, y con ella su dinero. Volvió con sus antiguos conocidos a quienes pareció no importarles su corta ausencia. Su reputación intacta. Pero ya no era el mismo, tenía un vacío, un hambre que no saciaba con nada, con nadie.
Después de eso todo sucedió demasiado rápido. Nunca supo como comenzó, ni cuando, pero los eventos que acontecieron fueron inevitables
En un abrir y cerrar de ojos, se vio parado en el centro de las vías del trén.



Mentiras simples de la influencia.


La cucaracha entró a mi boca, no sé en qué le ayudaría eso, no suelo masticar cucarachas mientras estoy leyendo a Kafka. ¡Que se mate en otra boca! - pensé
Pero la cucaracha aislada del mundo y recién llegada a una casa húmeda y tambaleante, tenía un propósito; quería morir.

Sentía como sus patas iban arando mi lengua, como queriendo que la aplaste entre lo carnoso de su piso y lo semiduro de su techo.
El jugo que botaría su vientre extirpado, no estaba entre mis gustos, nunca he probado el sabor de una cucaracha muriendo, pero tampoco se me antojaba.
Al darme cuenta de que el homicidio de mi parte, y el suicidio de la suya, no nos servía a ninguno de los dos, precavidamente la saqué de mi boca y la dejé caminar por el suelo.
No avanzó mucho más que un metro delante de mí, hasta que se quedó dormida. Y en cuestión de segundos, se despertó siendo una persona, que entre bostezos y normalidades se dirigió a mí con cortesía y me extendió su mano:
— Mucho gusto, mi nombre es Gregorio Samsa.

Y si

¿Y si todos los vocablos que despedí al bote,
abatieran impertinentes, en tu lecho?
Tus recelos, de mí, de ellas y de mi dote,
fluidos, fundidos fueran en mi pecho.

Si todos los suspiros que emano,
resoplaran, ávidos, en tu enramada,
tus arrojos, limpios, como capullos,
secos, vivos, asomados en los escollos,
fregarían en tu abolengo, en la cascada
por la que mi alma y yo, de la mano,
nos lanzamos al vacío, sin alas, reverentes,
yendo efímeros, al infierno de desertores.

¿Y si todas las féminas que rociaron mi parcela
partieran, prestas, de mis vueltas al astro?
Tus gardenias, gigantes, al derretirse como vela
quemarían, mi piel como virgen camastro.

¿Y si todos los versos que mi espíritu exhala
remitieran, otro nombre, y no el mío?

Sergio Marentes
@sergiomarentes
http://regalateunpoema.blogspot.com/

La historia de la madriguera de los conejos



¿Qué Aran los conejos cuando no saltan? Rubén que aquí te lo voy a decir.


Desde Julio somos groupies, y ahora, el SoyAbismo de la madriguera llama a los conejos para Reidunirnos Acosta de lo que sea cada semana con nuestro lápiz Carbonell. 
Hacemos Magomi con el Alma y Rima con el corazón. En compañía del Espectro_o de la noche emprendemos nuestro recorrido al compás de las Cigarras Rojas y aCy___  subir por la Peña Sin_enigmas para alcanzar la Luz Violeta de la Eva luna y las estrellas. 
Jess!, a Ester paso veloz como el del Colibrí Nadia nos podrá detener. 




Ana R.

La madriguera de los conejos


(¿Quieres saber la historia?, búscala en Cajón Desmadre)

Ana R.

Traigo y me distraigo.

Traigo bajo el traje puesta la carne, llevo en alguna parte el alma, y bajo la luna llevo los pies.

Traigo bajo las pestañas los ojos, llevo en alguna parte un recuerdo, uno que va sobrepuesto, que se monta y corre detrás de cada añoranza.

Traigo el sentimiento entrevuelto, entre ganas y entre nada, traigo a veces y otras no traigo, ando suelto como si de nada colgara.

Traigo bajo mi mundo otro mundo y sobre el mío otro también, y en cada persona que pasa veo mis mundos desaparecer.

Traigo sobre mi sueño otros sueños y sobre ellos veo volar el atardecer, y en cada persona que pasa veo otro día nacer.

Traigo un universo en cada bolsillo por si uno se me llegara a caer, y en la frente bien adentro traigo otro por si me tocara desaparecer.

Traigo y me distraigo del todo porque solo eso sé ser.

Tic Tac


Tic Tac



Quedó una tarde soleada, pasada la tormenta solo quedaron algunas nubes jugando con horizonte. Ella seguía mirando por la ventana, soñadora.

La tarde parecía inundarla en recuerdos: se iba perdiendo en sus pretéritos. Habían dos. Ahora cinco. Siete memorias encerradas en marcos.

Pasos que alejan aquellas caricias que solo visitó en sueños. El terrible tic tac que le recuerda que la vida pasa sin asomarse a su ventana.

Ahora va carcomiendo la tarde, que se sienta en la silla y comienza a mecerse con un vaivén viejo y oscuro. Y van los tic y vienen los tac.

De su espalda emergen dos manos femeninas que no dicen nada pero la tocan como si fueran expertas en su cuerpo. Ella sigue mirando sin ver.

Mira sin ver, y se mira sin ver desde el espejo roto, y ve sin mirar unos dedos que empiezan a tatuar líneas en su espalda.

Caricias que son dolor, olvido, nunca deseo. Un rostro que aparece y la obliga a mirar atrás, donde ya no vive, de donde huye.

Un rostro que la ve con ojos cansados, como con ojos de río seco. A través de la pequeña ventana, sus dos lunas sonríen.

Y sigue la senda de su voz, una voz del pasado que la pregunta, la zarandea y la hace llorar.
— ¿Qué te pasa?
—La soledad de tu mirada.

Entonces ella busca refugiarse en las paredes y la pared comienza a agrietarse, se desfigura, y la soledad crece como un incendio.

Entrañas que arden, gritan y se vuelcan en su interior haciendo de la ventana la única salida a las llamas. Y arde, y grita, y llora.

Pero la soledad es escurridiza y se mete en sus entrañas. Se ven nacer flores de aquélla ventana.

Dennis Romero & Julio Muñoz