martes, 13 de marzo de 2012

En la piel



Quizás solo sea una una noche desnuda entre sus brazos,
un laberinto cargado de dudas.
O bien un sentimiento palpitando mordiendo la carne,  
un río incontenible mojándole la lengua.


Las miradas se guardan dentro de un sueño turbio,
una caricia está sembrándose tan adentro
que germina explotando nuevos mundos.


Las dedos dibujan las colinas de este territorio, tan suyo, 
haciéndonos canción dentro de un espasmo.


El infierno lo llevamos en la piel, líquido; 
tanto que se alimenta de
naufragios, de agua naciendo de su boca. 
Y de ganas.


El deseo es una  erección que sonríe bailando entre los dientes,
la distancia miente y se refugia en cada esquina,
y un pedazo de vida está aquí; dentro de la hoja.


Soy tormenta porque él me hace. 


Los ojos son caminos de puertas abiertas, un poema es la sangre
que se agolpa en el pecho, y cada suspiro dice su nombre.


Quizás sólo sea una boca inquieta jugando entre sus piernas.


Y suceda.


Alma E. Palma

Ella se masturba

Deja que el agua corra por su piel. Siente cada gota delineándole las curvas. Acompaña el camino del agua con sus manos. Cierra los ojos, y dejan de ser sus manos. Son las manos de él, que la sabe de memoria. Acaricia sus pechos; acaricia sus muslos. Recuerda a su amante haciéndolo también. Tan bien. Sus dedos encuentran el camino, que es puerta y que es destino. Se siente bien. Le sube el calor a las mejillas mientras piensa que sus dedos le recuerdan a él. A su lengua entre sus piernas, al aroma de su piel. El agua sigue corriendo por su cuerpo y su corazón también. Sus dedos encuentran el ritmo, el momento y el lugar en su cuerpo que sólo ella sabe y sólo él sabe encontrar. Piensa en él, en tocarlo, en sentirlo, en tenerlo tan dentro que no pueda escapar. Y llega. Y se va.

Nadia L. Orozco

Un relato motivado por Él se masturba, de Julio Muñoz.

Fotos, marzo, año, viento.

Fotos, marzo, año, viento

Mujer; floresta de mañanas,
árbol de futuro,
cuerpo mío sin tiempo.

Piel de luna enamorada,
y ríos de miradas
partiéndose en mis ojos.

Fotos, marzo, año, viento,
solo hablando de momentos,
recordando donde estoy.

Viaje, ida, no regreso.
Creceré en cuestión de tiempo,
con el máximo color

Mujer, ayer, poder.
mujer, poder crecer.

Para Alma en su cumpleaños.

Esa noche


Recuerdo esa noche que dormiste en mis brazos.
Murmullos y sábanas frías.
Por la mañana no era yo: era tuya.
Por la tarde no era tuya, ni eras tú: éramos nuestros.
Por la noche ya no había fronteras, éramos dos corazones latiendo bajo una misma piel.

Esta arena



Es esta arena el mar que yace,

seco bajo mis pies salinos,

que impregnan sus huellas, en estampida

hacia ti, hacia nosotros.


Es esta arena el desierto,

húmedo sobre mi piel, y su escozor,

tibio de añoranza.


Es esta arena el viento,

ardoroso que va nublando la visión,

con recuerdos del tacto pasado.


Es esta arena el polvo que somos,

es la ceniza que seremos, de nuevo.

Crucemos

—¿Te gusta que el viento despeine las canas que aún no tienes o prefieres la comodidad de un peinado silente?

—Prefiero un viento que me eleve, alto y fuerte, como si fuera una cometa con muchos colores y ganas de verte.

—La pregunta venía de lado, como un cangrejo habituado al acercamiento silencioso. Pero cambiemos de tema, ¿te parece vernos si llueve?

—Sí, llueve. De este lado de mi cielo ya empezaron las nubes a agruparse, a tronar y deshacerse. ¿Todavía sales sin paraguas?

—Ya no salgo con el paraguas, ahora el paraguas sale conmigo. Dice que, si no me lleva de la mano, corro peligro. Ya ves, me atormenta.

—Sí, ya sé. También sé que la misa es a la una. ¿Has notado cómo la luz es más brillante en tiempos de oscuridad?

—Qué pregunta más oscura, a pesar del brillo y de la luna. Dijiste misa y pensé en escaparme, pero te espero en mi esquina, o en la tuya.

—Las esquinas me ponen nerviosa. Si no están empezando, terminan. Pero uno nunca sabe.

—Siempre pensé que las esquinas estaban quietas, y que eran los caminos los que se cruzaban recriminándoles la treta, tirándoles las orejas.

—Los caminos no se cruzan: más bien hay que cruzarlos. Porque a veces no hay caminos. Como ese en que nos encontramos.

—Si cruzo primero, me devoran los lobos que llevo adentro. Si cruzas primero, no tendremos el mismo enero. ¿Cruzamos juntos?

—Crucemos. Pero deja el paraguas y toma mi mano. Te prometo que no me caigo.

¿Recuerdas cuando fuimos ciegos?

¿Recuerdas cuando fuimos ciegos?

Nadando a oscuras en el vientre materno.

Sintiendo el latido, el calor y el tacto

que, através del telón de la piel más amada,

llegaba hasta nuestros cuerpos.


Recuerdo cuando fuimos ciegos,

y había olas de sonido en las pude navegar.

La música, esa energía que me envolvía,

en el camino hacia el sueño.



Recuerdo la sombra y mi instinto de luz,

y ahora sé, de cierto,

que el nacimiento hacia el mundo

es la real ceguera.

Arrepentimiento

Le dije que no lo quería. Que ya no era su niña, que debía dejarme ir.
Que había entendido lo poco hombre que era y lo mal padre en que se había convertido con los años.
Lo hice llorar, me hizo llorar, nos hicimos llorar.
Me abrazo, se disculpo, pero no me anime a perdonarlo.
Me amaba pero ya yo no lo amaba como antes, se había convertido en la persona que siempre quise lejos de mi.
Se convirtió en un hombre amargo, con el paso de los años dejo de ser nada y solo era en un simple profesional vacío, siempre pensó mas en su trabajo que en cualquier otra cosa.
Nunca lo perdone. Nunca jamás se volvió disculpar.
Me odie por decirle las verdades en la cara pero lo ame por sentirse así conmigo.
Me marche esa noche, no lo volví a ver, a veces llamaba cuando sabia que la casa estaba sola y le hablaba de mi, le dejaba mi mejores deseos, ya no lo amaba.
A veces pienso que jamas lo quise, que el jamas me quiso.
Me amaba en las noches entre llanto, me extrañaba, yo solo lo recordaba, de vez en cuando.
Lo ame al final, recordandolo pero jamas tuve el coraje de decirselo, no después de aquella mañana.
Trabajó, se jubiló y cuando murió, dejo de extrañarme.
Ahora dejo mensajes cortos entre lagrimas a una maquina sin receptor y no logro perdonarme por no haberlo disculpado.


A. Cristina.
@_primeriza

La vida sexual

"Las tres etapas en la vida sexual de la mujer:
1. Con miedo;
2. Con ganas;
3. Con la mano.

Las tres etapas en la vida sexual del hombre:
1.Pagando;
2. Sin pagar;
3. Ni aunque pague."

Escuchado o leído por ahí...

Nadia L. Orozco

Preludio de Amalgamas

Quiero regalarte
Una suave y dulce canción
Que conquiste tu mente
Día y noche, noche y día
Pero por sobre todas las cosas
Alcance tu corazón

Quiero regalarte
Un preludio de amalgamas
Para encontrar el punto
Entre tu piel y mi alma
Y que esa dulce melodía
Encienda en tu cuerpo la llama

Quiero que el fuego
De tu pasión se encienda
Dejando de ser el mismo fuego
Y se transforme en sangre
Que corra por tus venas
Y tu interior de amor invada

Quiero regalarte
Una suave y dulce canción
Que conquiste tu mente
Día y noche, noche y día
Pero por sobre todas las cosas
Alcance tu corazón

El Taxista Sentimental.-
Juan Gabriel Cattaneo
@taxisentimental
http://eltaxistasentimental.blogspot.com

Dos pájaros, un concierto y miles de sonrisas



    Santa me trajo de regalo un libro y, entre sus hojas, las entradas para el primer concierto de “Dos pájaros contraatacan”. Sabina y Serrat volvían a Argentina. Comenzaban la gira en Salta, aquí cerquita, a sólo 150 km. de distancia. Le dije a mi vieja “vamos, es el 5 de marzo y me gustaría que me acompañaras”.

    Y llegó el día. Subimos al coche y nos pusimos en marcha. Como no podía ser de otra manera con la música de fondo adecuada. Llegamos al estadio Delmi con tiempo de sobra. Nos ubicamos en nuestros lugares y, mientras charlábamos, vimos como poco a poco el lugar se llenaba. La mayoría eran personas de entre 25 y 35 años, aunque no faltaban las cabezas llenas de canas y las muchachitas con sus novios de barba rala. Estábamos en pleno verano y el calor era sofocante. Aquí y allá todos se abanicaban con las entradas. La espera fue corta, pero la ansiedad larga.

    Y por fin se apagaron las luces y empezó a iluminarse el escenario. Y aparecieron primero los pájaros y luego los señores con sus sonrisas de chavales. Se nota que les gusta esto, cantar juntos no es un trabajo, es un juego. Apenas comenzó a cantar Serrat se hicieron evidentes los problemas de sonido que los acompañarían todo el concierto. Pero esto nos los amilanó ni mucho menos. Hicieron gala de los años que acumulan sobre los escenarios, entre risas y juegos cantaron y cantaron, a pesar de los problemas de sonido y del calor. Ellos cantaron y nosotros deliramos, en silencio durante los nuevos temas y cantando más fuerte que ellos en los clásicos. Tres horas duró la función a la que no le faltó nada. Pasada la una de la mañana se despidieron y sé que se quedaron con ganas. Con ganas de más, igual que todos los que volvimos a casa, coreando en silencio o a los cuatro vientos la alegría que esos dos señores prometían y que finalmente entregaron.

                                                                            Rubén Ochoa

La historia de un hombre cualquiera


Aquí voy a escribir la historia de un hombre cualquiera, uno que camina por la calle sin saber muy bien el lugar al que debe llegar, un hombre que mira el suelo porque no quiere ver los rostros que hacen que la vida sea real, un hombre que hace mucho tiempo deambula en su interior buscando la salida, pero esto son conjeturas mías. 

Comenzaré escribiendo, mejor dicho, describiendo lo que se ve, lo que podemos ver de él, bueno no, porque vosotros ahora miráis mis palabras que en definitiva no son él, es lo que yo veo de él. 

Un hombre de unos cuarenta años, quizá tenga menos pero sus canas le otorgan un aire más envejecido, aunque si no fuese por esa mirada sería un aire más atractivo. Lo dicho, en sus ojos guarda años vacíos, silencios eternos y lágrimas que cansadas de derramarse solas se aferran a un orgullo que ya no es tal, es pura resignación. Una boca que hace mucho que no se convierte en sonrisa, al menos natural, es una mueca perpetua que grita para que algo pase, bueno o malo. La piel es traslúcida, no como el cristal, sino como los fantasmas, porque en eso se ha convertido, en un fantasma que ya no camina, se deja llevar. Su ropa me da igual, como a él, por eso no me detengo. 

Aquí me paro para reflexionar un segundo, no es un buen personaje para estar escribiendo un relato sobre él, no sé, sigamos espiándolo. 

Camina por la calle solo, se roza con los demás e incluso se lleva algún que otro empujón, ya saben como somos de egoístas que ni siquiera vemos a los fantasmas. No tiene prisa, al menos sus pasos son lentos, lleva las manos guardadas en los bolsillos, desde aquí puedo ver que guardan algo, pero claro, no sé concretar, no puedo ver tras la tela vaquera, pero parece algo a lo que tiene cariño pues toda la energía de su cuerpo, la poca que trasmite, se centra en ese movimiento: juega con algo dentro del bolsillo, lo saca enjaulado en su mano y sin mirarlo, lo vuelve a guardar, y así durante todo el trayecto. 

No mira el reloj, incluso dudo que tenga reloj, creo que quiere ir a ninguna parte, el mismo sitio del que proviene y para llegar allí no se necesita ninguna prisa. 

Insustancial, anodino, vulgar, uno más, ese es nuestro protagonista y lo es por eso mismo, porque nadie se fijó en él, hasta hoy, vamos a seguirlo. 

Me pego a su espalda, estoy seguro que aunque me pegara de verdad nunca creería que lo siguen, que alguien se ha tomado la molestia de interesarse por su vida. Poco a poco comienzo a caminar paralelo a él, los mismo pasos, el mismo ritmo y resulta que es agradable, no hay preocupación, siento las suelas de mis pies como se doblan en cada huella, siento que camino y una sonrisa viene a mi boca, algo tan absurdo, tan pequeño y primario, algo tan lógico y sin embargo lo hemos olvidado, caminar. Caminar sin prisa, sintiendo el balanceo de cada pierna, sintiendo como todo el cuerpo se va moviendo, sin pensar en nada más, solo caminando. 

Seguimos caminando y empiezo a notar que yo también soy ignorado por la gente, tal vez ha sido siempre así y mi ego me hizo pensar que la gente me mira, pero hoy no soy nadie, hoy soy un fantasma más y hace que me libere de más peso, camino ligero y miro al suelo, hay un momento que me olvido de él, me olvido de todo y floto, un empujón me hace levantar la cabeza y darme cuenta que él ha marchado en otra dirección, corro para alcanzarlo y me coloco más cerca aun, casi le rozo, desde esta posición puedo ver sus ojos, desde aquí intuyo vida dentro de ellos, algo palpita ahí, vuelvo a sonreír. 

Se mete en una librería y revolotea entre los libros sobre el mostrador, por fin puedo oír su voz, habla pausadamente y con familiaridad con el dependiente, se nota que se conocen de hace años, incluso intuyo gestos de complicidad. El dependiente se esfuma a la trastienda y él me mira fijamente a los ojos y sonríe, no es una mueca, es una sonrisa luminosa, de verdad, lo que veo es un niño pequeño que espera su juguete de los reyes magos. Ha sido una mirada fugaz que ha hecho que todos mis prejuicios se vengan abajo, ahora soy yo el que camina sobre escombros. 

En cuanto sale de la tienda vuelve su triste gesto, eso me desconcierta y me nacen miles de hipótesis, miles de preguntas que olvido rápidamente pues estoy absorbido por su misterio. Misterio, ya ven como han cambiado las cosas, os lo presenté como uno más, anodino, etc… y ahora es puro misterio, lo que son cien pasos y varios minutos de escuchar de verdad, aunque sean sus silencios, sus gestos. 

Volvemos a la calle en la que empezamos y con la misma tranquilidad se sienta en un banco, yo hago lo mismo y me vuelve a mirar, y se vuelve a reír, es la hora de inmiscuirme en él. 

-Perdona, le he estado observando… 

-Lo sé, lo he notado desde el principio. 

-¿En serio? Parecía que iba pensando en sus cosas y que no se enteraba de mucho. 

-Lo sé, eso también es verdad. 

-¿Podría hacerle una pregunta? 

-Por supuesto, aunque creo que ya sé lo que me quiere preguntar. 

-¿Por qué está usted tan triste? 

-No es mi tristeza lo que has visto, es el reflejo del mundo en mí, yo creo, siento al mundo triste, gris, anodino, doloroso y se refleja en mi forma de andar, de mirar, de vivir, me vuelvo gris como todos, somos el paisaje, lo que pasa es que tú te has fijado solo en mí, y lo has visto todo concentrado en mi cuerpo. 

-Esa es una forma extraña de ver el mundo, yo no creo que sea tan triste como tú dices. 

-Eso es porque tú te has construido tu mundo, y dentro de él está todo lo que tú quieres que esté y dejas fuera la realidad, lo hacemos todos, yo mismo lo hago, no creo en el mundo que pisamos, solo creo en el mundo que he creado. 

-Pero eso es una forma de resignarte a vivir donde no quieres. 

-Pero qué remedio, estamos aquí obligados, claro que es resignarme, pero de aquí para fuera (hace un gesto palpándose el cuerpo), ese es el mundo al que estamos obligados a vivir, aquí dentro es lo que quiero vivir. 

-Una última pregunta, ¿Qué llevas en el bolsillo? 

-Nada. 



Sin dejarme ni siquiera a abrir la boca se levanta y emprende de nuevo el camino, instintivamente comienzo a ir tras él, con el mismo paso, la misma mirada y comprendo, él es libre porque se ha construido su propia libertad, no hay nadie que le haya dicho cual tenía que ser, él lo ha elegido y no es anodino, insustancial, pero sí que es uno más que busca el mejor camino para atravesar el mundo. Tiene miedo, llora, ríe, se desespera y construye fantasías que sabe que no son reales pero le ayudan a vivir el día a día. Él es único, como todos. 



Sigo tras sus pasos mientras pienso todo esto, casi sin enterarme voy tras sus huellas hasta que él se para y girándose hacia atrás me recuerda algo: 

-Este no es tu camino. 


Le veo marchar y cuanto más lejos está más cerca de mí me siento, él es yo o tú, el es todos, un hombre cualquiera.

 Julio Muñoz 

Tu sonrisa



 Julio Muñoz 

Adiós invierno.

 Julio Muñoz 

Y aún no te desvisto.



Siento tu piel cerca, siento tu respiración encima. 
Me oprimes, me excitas. 
Y aún no te desvisto. 

Siento tu lengua húmeda, siento tus manos tersas. 
Me azotas, me acolaras. 
Y aún no te desvisto. 

Siento tu cuerpo erecto, siento tu miembro dentro. 
Me erizas, me caminas. 
Y aún no te desvisto. 

Siento nuestra voz gimiendo, siento el fin del mundo y tiemblo. 
Me salivas, me electrificas. 
Y aún no te desvisto. 

 Julio Muñoz 

Eres susurro lento

Miradas tristes 
aparecen sobre ti. 
Mi mano rota. 

Amores. Viento. 
Aquí nos lleva el tiempo 
en cada instante. 

A veces letras. 
La promesa del beso 
de los amantes. 

Te soy, te quiero. 
Somos nuestro refugio. 
Noche infinita. 

Madrugada fiel, 
eres susurro lento 
que recorremos.

 Julio Muñoz 

Mujer

No es sólo tu sensualidad,
tu dulce femineidad,
la insinuante cadencia,
de tu caderas al caminar.

Es algo más, mucho más…
es tu boca ardiente al besar…
tus manos acariciantes…
tus ojos velados por la pasión.

Es esa ardiente espera de
tu cuerpo arqueado, ansiando
reclamando, más y más,
llenándose de mi pasión.

Después, es cuando siento
algo que no sé explicar.
pero que me hace amarte,
desearte, cada día más.

Enloquecida mi mente quiere
robar de la tuya pensamientos
que no compartes conmigo
que son tan sólo tuyos.

Comprendo que es tu cuerpo,
lo único que me vas a dar, que,
lo que tú eres en realidad,
jamás conmigo lo compartirás.

Pero mi debilidad , mi gran amor
por ti puede más y terco
permanezco a tu lado, dándote
todo cuánto tu cuerpo demanda.

Sé que de ti jamás
otra cosa recibiré, pero me dejo
utilizar, mientras tú sigues
viviendo, sola, con tu libertad.


Daría Sobrino Fariñas
@madrecelta

Hoy desperté

Hoy desperté y sentí el vacio en mi cama al tu no estar,
Desperté solo con tu ausencia como compañía,
Desperté para darme cuenta cuánto frio siento al tu no estar,
Simplemente desperté para desear dormir otra vez,
Y soñar durante al menos unos pocos minutos que aun estas y que conmigo despertaras.

Camille
@Proud_Hika

Cuentos sin terminar

Daniel era de esos tipos que son buenos tipos. Hijo de padre fugitivo y madre mártir, vivía sus días con la humildad como emblema. Le había tocado una de esas vidas en subida, bien propias de los luchadores empedernidos.

Recuerdo que lo conocí en el jardín de infantes y luego volvimos a cruzar caminos en séptimo grado. Alumno aplicado si los había, un siete en un examen más de una vez le produjo lágrimas que solo percibían los más observadores; él siempre buscaba más. Callado, introvertido, misterioso, solía cruzarlo siempre por la calle porque eramos vecinos. En la postal del barrio jamás faltaba su madre yendo o viniendo en su bicicleta cargando con desamores y frustraciones, pero siempre firme, dispuesta a llevar el pan a la casa, para mantener a Daniel y a su pequeña hermana.

Nunca voy a olvidar aquella tarde de verano en la que pasamos por su casa para invitarlo a ir a la pileta, era la primera vez que lo hacíamos y su sorpresa fue instantánea al vernos en su puerta. Rápidamente aceptó, pero luego se lo notó dubitativo, intentando ocultar lo que después trataría de explicar a pesar de su vergüenza: no tenía plata para pagar la entrada al club. Le dijimos que no se hiciera problema, que nosotros le prestaríamos, y enseguida sacó su vieja Gracielita para partir con nosotros, pedaleando al compás de las monedas en el bolsillo. En vez de mochila tenía una bolsa de nylon, en vez de toallón tenía una toalla chiquita, pero sus ganas de pasarla bien eran tan enormes como las nuestras, y lo demás no importaba.

No conocía mucho de él, más que sus silencios, su soledad y su dedicación. Supe también, que durante esos días Daniel había empezado a escribir un cuento en su computadora, y que estaba muy contento haciendolo. Pero no mucho más.

Aquel extraño febrero lo encontró, como siempre, ayudando a su madre. Mientras ella no estaba, el hacía una torta para festejar su cumpleaños a la noche, en familia. Recuerdo a mi mamá comentándome que lo había encontrado esa mañana en el almacén de la esquina comprando quince velas.

Todo estaba listo para la velada con su madre y su hermana. Había cocinado y ordenado su casa. Mientras la niña jugaba en la vereda, él se preocupaba por limpiar el piso: todo tenía que estar intacto para cuando su mamá llegara de trabajar. Secador en mano, mojó un trapo y se puso a fregar.

Un segundo violento, un error, agua y electricidad. Su cuerpo se convirtió en infierno y el corazón no le resistió. Su hermanita entró a la casa, lo vio tendido en el suelo y le avisó rápidamente a su vecino que Daniel "se había quedado dormido en el piso". Solamente él sabe que pasó. Su madre se bajó de la bici, y a partir de allí nunca nada fue igual.

A la mañana siguiente mi mamá me despertó con la triste noticia, y no lo pude creer, la muerte era algo demasiado lejano y extraño teniendo quince años. Recuerdo que entre sus compañeros de curso se organizó una colecta para cubrir los gastos del sepelio. Yo no fui a despedirlo, jamás pude soportar los velorios, y menos, las injusticias.

Suelo pasar por el frente de su casa, caminando lento, pensando en lo cíclico de esta vida, en ser luz entre dos oscuridades, en nacer y morir el mismo día, en vivir entre dos febreros. A veces veo a su madre pedaleando firme contra el viento, contra la vida, como siempre lo hizo y no puedo evitar suspirar. Cada vez que miro su puerta me cuestiono si la bondad no cabe en este mundo, si la muerte es tan caprichosa como parece o si simplemente la desgracia llega porque si. Intento espiar por la ventana, con disimulo, buscando esos cuentos que se habían empezado a escribir, indignado por la tragedia que significa que queden por la mitad, y me pregunto, impotente, como hubieran seguido...

Damian Uliassi
@pichivoluntad0
http://algo-intruso.blogspot.com

Martes 13

En el comienzo eran solamente un puñado de gente construyendo aldeas, puentes, y más tarde edificaciones inimaginables, sin otro motivo más que el de demostrarse que podían. Como toda élite de raza inteligente, siempre quiso más, y por quererlo, más conseguía. Un día construyeron una nave, tan poderosa que podía llegar hasta otros planetas sin complicaciones. Cuando perfeccionaron sus técnicas, las hicieron perfectas.
Y se fueron. Un martes. Los trece.
Quienes se quedaron eran simples agricultores, y pensaron que los que se habían ido eran sus dioses, porque cuando regresaban, también retornaba el buen clima, y las cosechas mejoraban. Entonces erigieron altares para hacer sacrificios a sus dioses, e inventaron plegarias para adorarlos. Cuando algo malo les pasaba, era porque sus dioses estaban furiosos, entonces también encontraron la forma de castigarse.
Aún hoy miramos al cielo esperando encontrarlos. Temiendo que vuelvan. Deseándolo. Nosotros, los que aún temblamos cada martes 13.

Sola

También soy
este fragmento,
esta nota corta,
esta frase hecha,
esta noche sola.

Habría que

Habría que darle luz
a tus cajones de sombras,
donde guardas las palabras
que ya no escribes ni nombras.

Habría que darle horas
a tus relojes sin tiempo,
donde ocultas el pasado
que ya no ocupo ni intento.

Habría que darle lluvia
a tus cosechas tardías,
donde plantas la memoria
de quien no soy todavía.

Habría que darle magia
a tu antifaz de poeta,
porque no tocas mis noches
con ninguna de tus letras.

Vintage Kiss

Título: Vintage Kiss
Año: 2008
Técnica: Arte Digital
Copyright: Mariana Aran

Espejos


de paseo por los ojos de un pintor

de dalí sus espejos bipolares a lo bizarro, 
del tiempo escurriendo entre los dedos de la mano.

de monet el espejo de agua hecho lirio, 
hasta sus cielos de azul vainilla con sus jardines de color.

de van goh sus torturas llenas de color, 
sus zapatos viejos con olor a cantina llenos de sudor. 
sus cielos de tosca luz llenos de farol.

de picasso ni hablar, 
son sus conquistas las que me llegan atrapar, 
el resto es cayola de un niño comenzando a dibujar.

josé clemente orozco llevó, 
al hombre en llamas girando alrededor. 
y en sus murales pintó 
toda la guerra que tantos años nos amordazó.

de frida, sus conceptos del dolor, 
de una guerrera lamiéndose las heridas con valor. 
llorando en sus retratos con la cara muy en alto.

de botero sus famosas curvas de la abundancia 
que compiten con la obesidad de los soles de bustamente 
que tantas calorías acumuló.

de francisco sanchís cortés me quedo con su paisaje celestial, 
el alma vestida en ángel aguardando salir de un lienzo para abrazar.

de juan carlos manjarrez la belleza y limpieza del desnudo, 
del pincel del alma muda, reflejándose en los ojos de su autor.

de alejandro botello sus lineas sofisticadas de color, 
de los paisajes ocultos en la simetría al tacto, 
de lo real de las formas a lo abstracto.

así caminando de cuadro en cuadro
el colash de unos ojos que los unen a mano,
una simple observadora intentando saltar 
a los giros cuánticos de los creadores del azar, 
dueños de tantas bellezas dispuestos a conquistar.




















(Salvador Dalí)

Silvia Carbonell L.








Ganadores del 1er concurso #haikuenlamadriguera

¡Felicidades a los conejos ganadores!

Primer lugar:



Segundo lugar:



Tercer lugar:



Aquí tienen una muestra de la participación en el primer certamen de "Haiku en la madriguera"

El silencio es como el agua
se me escurre entre los dientes
se va, se va sin pausa
sólo sale y tu ni sientes
se me escapa por los ojos
fluye todo hacia afuera
incontenible es el silencio

Porque prefiero callar
estancarme cual barco
de papel húmedo a punto de disolverse
el silencio es el agua
lenta

El silencio ahoga
es vacío pero llena la boca
el agua del silencio
el agua del vacío.

Reflejo líquido



Luna líquida,
se mira al espejo,
brilla vanidad.

Ana R.


La vanidad de la Luna



Ana R.