martes, 3 de diciembre de 2013

Entrevista a Bonnie Parker

Entrevista a Bonnie Parker

Era la mañana de 23 de mayo de 1934, me citaron en un motel de paso en la carretera de Louisiana, las paredes del hotel eran un recordatorio constante de su baja calidad. En el amplio estacionamiento, sólo se encontraban tres coches, denotando la falta de clientela en el lugar. Por un momento pensé que la mujer que había accedido a darme la entrevista era simplemente una estafadora que me había hecho caer en un laberinto sin salida, pero no me podía dar por vencida después de todo el trabajo que me había costado acercarme a los hechos, y en el breve momento donde estos pensamientos cruzaban mi cabeza, mis nudillos golpearon varias veces contra la puerta del motel que llevaba el número 7.
Abrió una mujer pequeña, de 1 metro 50 aproximadamente, con una figura esbelta y una cara contradictoriamente bella, pues reflejaba la delicadeza de una dama y al mismo tiempo la rudeza de una mujer a la que no quieres ver enojada. Fue ese momento de inspección visual mutua, cuando me di cuenta de que tenía en frente de mí a Bonnie Parker.
Bonnie tenía acento sureño y hablaba con rudeza, además de que se asomaba constantemente por la ventana mirando con expectación, como si esperara a su amante, Clyde, o peor; a la policía.
Lo primero que dijo al recibirme fue “hagamos esto rápido, porque no hay mucho tiempo” y a pesar de que su afirmación despertó cierta curiosidad en mí, supe al instante que era el tipo de afirmación que siempre lleva un trasfondo pero nunca una explicación. 
Al paso de unos minutos empezamos a sentirnos más cómodas pero también sentíamos la insoportable y constante presión del tiempo que caía sobre nosotras, así que decidí adentrarme con la entrevista.
Estar sentada frente a una de las criminales más famosas y buscadas de la década te hace pensar qué tipo de preguntas pueden ser prudentes por tu seguridad, pero como la joven y ansiosa periodista que era en esos tiempos, mi curiosidad tenía mucho más peso que mi prudencia.
Las primeras preguntas y respuestas fueron banales, hablábamos de su infancia de la que declaró, no tuvo nada fuera de lo común excepto la pérdida de su papá seguida por una depresión económica que hizo que ella, su madre y sus dos hermanos vivieran en extrema pobreza.
“Y a pesar de no tener grandes posibilidades económicas, mi madre trabajó para que mis hermanos y yo fuéramos a la escuela, quería darnos la oportunidad de ser grandes personas cuando creciéramos.” dijo mientras soltaba una pequeña carcajada llena de ironía, como si al hablar del futuro que su madre quería para ella se diera cuenta de que había recorrido un camino completamente diferente al que se imaginaba en su infancia.
Bonnie encendió un cigarrillo y comenzó a decir:
–Supongo que los “cuando sea grande” que dices en la niñez nunca los cumples en la edad adulta, pero tampoco me podría haber imaginado jamás que de grande terminaría casada con un delincuente y después conocería otro que haría que yo también fuera una. – dijo, soltando una risa forzada, como si hubiera escuchado un chiste de mal gusto.
–Pero no lo has hecho por obligación, ¿o sí? Debe haber algo que te haya forzado a estar en donde estás.– dije con la voz cortada y tambaleante, por los nervios que me provocaba poner mi seguridad en más riesgo haciendo este tipo de preguntas.
–No, no soy el tipo de mujer que hace algo por obedecer o complacer a alguien más. –dijo con un tono grave y algo feroz, como si la hubiera ofendido mi afirmación. –Más pienso que las situaciones son las que te hacen, porque la vida no es un menú, no podemos escoger lo que nos parece agradable o adecuado, simplemente llegan las cosas, como un desastre natural.–.
–Ya que lo pones así, me gustaría que me contaras las situaciones que te trajeron hasta aquí. –dije con cierta duda en la voz, pero mucho más segura que antes.
Bonnie quedó pensativa unos instantes, me preguntaba si era porque no quería contarme cómo llego hasta el punto de ser una de las criminales más famosas en Estados Unidos o porque estaba tratando de recordarlo, un pequeño tosido interrumpió mis pensamientos y fue ahí cuando retomó el hilo de nuestra conversación diciendo:
–En mi adolescencia disfrutaba mucho escribir, escribí muchos poemas y algunos cuentos cortos, pero entré a esa edad donde la hormona da más que la neurona y conocí a Roy, el apuesto y amable Roy, yo sé que casarse con tu highschool sweetheart es un cliché pero él llego a mi vida como el hombre que buscaba tan desesperadamente en mis libros de literatura. ¿Has oído que a las mujeres se les enamora con palabras? – dijo mirándome con expectativa.
Sonreí y asentí.
–Pues es cierto. Yo había oído cosas bastante malas de él pero no me importó, para mí era el típico hombre malo que todas las mujeres quieren cambiar y salté a esa relación sin pensar en nada ni nadie más. Supongo que siempre he sido así. En fin, a mis 16 años ya estaba casada con el que pensé que sería el hombre de mi vida. Pero como en la literatura y en la vida; plot thickens (las cosas se vuelven más complicadas o interesantes). Un año después de casarnos, lo atrapó la policía por estar involucrado en varios robos, entró y salió de la cárcel una varias veces, además desaparecía por periodos de dos semanas y yo estaba tan estúpidamente enamorada que lo único que hacía todo el tiempo era esperarlo. Pero la tercera vez que lo atraparon, en diciembre de 1927 me dije a mi misma que ésta tenía que ser la última, mi vida no podía depender tanto de mi hombre, el delincuente. ¡JA! –rió. –Qué ingenua era.
Bonnie se paró y entró al baño del cuarto del motel, sentí el impulso de revisar sus cosas, pero en realidad no había mucho que revisar. Había un par de maletas con la ropa a medio meter, revuelta y desdoblada por encima, la cama estaba deshecha y revisar los cajones haría ruido, cosa a la que no me podía arriesgar. En ese momento Bonnie salió del baño, se sentó frente a mí, justo donde estaba momentos antes y me miró con la rudeza que caracterizaba su mirada y dijo:
–¿En dónde estaba?
–No aceptarías a Roy de regreso–Contesté con timidez.
–Cierto. Pues hice todo lo que hacen las mujeres solas, engañadas y con el corazón roto: fumé mucho, tomé mucho y llame a una de mis amigas más cercanas, con la que decidí escapar una semana después.
Bonnie calló unos instantes y aproveché la oportunidad silenciosa para resolver la duda que comenzó a molestarme desde que declaró que había decidido escapar una semana después:
–¿Pero por qué escapar? ¿Sufrías algún tipo de violencia por parte de Roy?. – Bonnie me miró con una furia sagaz que me orillo a pensar que mi ansiosa curiosidad había despertado recuerdos tormentosos en ella, pero mi intuición estaba equivocada.
–¡Jamás me golpeó, si eso es lo que quieres decir! – anunció con sorpresa e ira en su voz al mismo tiempo. Los seis segundos que tardó en retomar el hilo de nuestra entrevista me hicieron pensar que era el final de ésta, incluso me exalté un poco cuando volvió a hablar.
–Una no huye de las peleas y problemas maritales, incluso de los problemas en general. Una huye de una misma. La persona que yo era cuando tenía frente a mí al hombre de mis sueños no me gustaba, jamás hubiera tenido el valor necesario para dejarlo de tenerlo ahí en frente, una mirada bastaba para convencerme de que sus brazos y su tumultuoso mundo era el lugar donde yo quería estar. Por eso huí. Para convencerme a mí misma de que merecía algo mejor, de que NECESITABA –enfatizó– algo mejor.
En ese momento su ira se había desvanecido y regresaba la fría, calmada y pensativa Bonnie. De pronto hablo rápido y golpeado, atropellando sus palabras diciendo:
–Por unos minutos olvidé que tenemos poco tiempo, y el primer amor nunca ha hecho famosa a nadie– sonrió – así que al grano, vayamos a lo que todos quieren saber; mi vida con Clyde. –
–Supongo que tendrás muchas cosas que hacer, pero en lo personal puedo decir que encuentro tu vida entera fascinante, incluso las partes donde no está Clyde. –dije con una voz chillona, nada digna de periodista, pensé, más como de aduladora, pero aunque las palabras no salieron como quería, sí sentía todo lo que dije en ese momento.
Bonnie sonrió forzadamente ante mi comentario y dijo:
–No es que a mi no me parezca fascinante, pero supongo que “Bonnie deja a Roy” nunca va a atraer la misma atención que “Bonnie y Clyde, los criminales del siglo”. – Rió y la acompañé con más risas.
Momentos después paramos de reír y Bonnie continuó con su relato:
–Para no alargar esto más de lo necesario, te digo que planeé mi fuga, huí con Rose Mary y planeé nunca más voltear atrás. El año de 1927 había terminado y con el, mi historia con Roy. Pasó todo el año y aunque salí con más hombres, mi mente estaba enfocada en que nunca más encontraría el amor y a finales de ese mismo año Roy me encontró a mí.
‘–A pesar de que hice mi mejor poker face y le deje claro que lo nuestro era historia vieja y no volvería a suceder, esa fracción de minutos en los que lo vi, destruyó todo lo que yo llevaba un año construyendo; mi fortaleza interna. –dudó unos instantes y prosiguió– Aunque ahora que lo pienso, no me destruyó por completo porque no volví a él. El punto es que después de esto, tenía que llenar cada segundo libre de mi tiempo, pues si me daba tantito tiempo para darme cuenta de mi obvia soledad, regresaría corriendo a los brazos de Roy. –
Se escuchó el ruido de un coche estacionándose en el motel y Bonnie saltó hacia la ventana para asomarse. No sé quién creería que sería pero al ver que no era quien ella esperaba retomó su asiento con tranquilidad y sin decir nada al respecto, continuó:
–En fin, comencé a trabajar de mesera en un restaurante de hamburguesas en la carretera y ahí conocí a Mary Baker, la gerente de lugar y dentro de poco tiempo, mi amiga. Los días eran monótonos en ese cenadero de mala muerte, pero al menos me mantenían ocupada y con la poca entrada de dinero pagaba mis gastos. Pero eso sí, pagar los gastos no es lo mismo que pagar los gustos –sonrió fríamente mientras giraba el anillo que llevaba en el dedo anular de la mano derecha– y yo sabía que eventualmente tendría que salir de ahí.  
Le pedí un momento para cambiar la cinta de mi magnetofón y moví las manos nerviosamente, sintiendo la presión del tiempo y su mirada mientras la cambiaba. Cuando terminé sólo dije:
–Disculpa la inconveniencia, continua, por favor.
Y ella siguió hablando como si mi interrupción nunca hubiera sucedido:
–Recuerdo a la perfección la tarde fría de enero en 1930 en la que Mary resbaló con un pequeño charco de café que había en el suelo del restaurante –rió– fue un movimiento tan torpe que en ese momento no pude contener la risa, pero segundos después vi que estaba realmente lastimada y 2 horas después, el doctor en turno del hospital de la carretera confirmó mis sospechas diciéndome que Mary tenía el brazo roto. La pobre no podría hacer nada durante dos semanas, así que avisé que me tomaría el día siguiente del trabajo para estar con ella. Dormí en su casa y cociné para ella. A la mañana del día siguiente empezó a recibir tantas visitas que parecía que se fuera a morir. Para la tarde de ese día yo ya estaba malhumorada y exhausta de ser la anfitriona pero no podía dejar a los invitados afuera, así que al oír el timbre corrí a abrir y fue ahí la primera vez que lo vi. –
Desde el momento que entre al sucio y desordenado cuarto del hotel, no había visto que la calidez de la sonrisa de Bonnie alcanzara a su mirada, y fue hasta el momento que empezó a hablar de Clyde, cuando me di cuenta de que toda esa dureza era un caparazón, ya que si de amor se trataba, Bonnie era tan sólo una mujer más.
–Clyde me miró y por unos segundos quede completamente paralizada, pero baje los pies a la tierra de inmediato y seguí siendo la anfitriona como si nada. Bueno, no como si nada, porque de vez en cuando Clyde y yo intercambiábamos miradas de flirteo, llenas de intención. “Ahí hay algo” pensé, y cuánta razón tenía. –dijo irónicamente– Al final de la velada, Clyde me llevó a la cocina y me besó, y desde ese momento supe que este hombre era mi salvación y destrucción.
Bonnie se levantó y sacó del refrigerador miniatura un agua embotellada, empezó a tomársela intranquila, como si hablar de Clyde fuera un ejercicio agotador y me miró de reojo. Volvió a sentarse y prosiguió:
–Como puedes entender, Clyde y yo estábamos destinados a estar juntos, después de nuestro primer encuentro nos veíamos con mucha frecuencia y cada vez era más difícil separarnos. Teníamos tanto en común; nuestro amor por las armas de fuego, nuestra afición por los coches rápidos y le encantaba leer mis escritos. Todo apuntaba a una exitosa relación. Claro que las cosas simples en algún punto se vuelven complicadas, y en cuanto llegó la depresión económica yo perdí mi trabajo y Clyde el suyo,  volviendo la búsqueda de trabajos un callejón sin salida.
‘–Ya cuando nuestros recursos se estaban acabando, se me ocurrió “La idea”, estábamos recostados sin lograr quedarnos dormidos y le dije: “Los dos amamos las armas de fuego, poseemos un par y nos gusta la adrenalina de los coches rápidos” Clyde me miró extrañado, como si lo que acababa de decir sólo fuera un recordatorio de lo mucho que teníamos en común, así que le tuve que explicar: “Clyde, piénsalo, porqué tenemos que sufrir nosotros los recortes económicos y el gobierno se puede seguir dando una vida de lujo, el pueblo ha perdido dinero, los bancos no. Eso es lo que necesitamos, asaltar un banco.” Concluí dudosa porque él me miraba extrañado, pero al paso de unos segundos su semblante cambió y dijo “Es un gran riesgo Bonnie, podríamos perderlo todo, podría perderte a ti” y a pesar de que la simple idea de estar sin él me destrozaba por completo, si moríamos de hambre tampoco podríamos estar juntos y una vez que me enterco con una idea es imposible sacarla de mi cabeza. –enfatizó mientras ponía su botella de agua encima de la cama destendida– Claro que convencerlo me tomó un par de días, no le hablaba de otra cosa y le enseñaba planos e ideas de cómo lo haríamos, hasta que finalmente accedió diciendo con la cara más sería que su amable rostro podía hacer: “Está bien Bonnie, lo haremos. Pero no creas que empezaremos en las grandes ligas, primero asaltaremos una tienda y una gasolinera, dependiendo de cómo salga eso pasamos a los bancos”. –
Bonnie se quedó callada durante un minuto entero, me daba la impresión de que sentía estar leyendo su diario desnuda en un auditorio, pues me estaba contando su vida entera, tal vez su cuerpo estaba tapado con su larga falda negra y su blusa con cuello de tortuga, pero su alma y mente estaban al desnudo frente a una completa desconocida, y ésta desconocida iba a publicar sus memorias e historias. Así que deje que tuviera su minuto de duda con la esperanza de que mi entrevista no acabara ahí. De pronto, casi como si Bonnie leyera mis pensamientos, continuó:
–Es tonto contarte cada uno de nuestros crímenes a lujo de detalle porque todos han salido en el periódico. En una ocasión incluso metieron a Clyde a la cárcel, pero lo bueno de tener la cara que tengo es que casi siempre me puedo salir con la mía, y metí en mis braguetas 2 pistolas el día que lo fui a visitar. Sólo bastó que el oficial se distrajera tres segundos y ¡Pum! Ya estábamos afuera. –dudó un instante sobre lo que iba a decir pero decidió sí decirlo– Lo más probable es que en el cuaderno que traes con las preguntas que me harías, venga algo sobre los 10 hombres que asesinamos, y me adelanto a contestarte: ¿me pesa en la conciencia? No, no eran personas que conocía y seguirían vivos si no se hubieran puesto en nuestra vía de escape, y eso sí, mi seguridad y mi vida junto a Clyde, van antes que cualquier persona, me pesaría si le hubiera disparado a mi hermano, pero si él era el que se interponía entre mi salida y yo, lo hubiera hecho de todos modos. Y aunque nos vean como los enemigos de Estados Unidos por hacer lo que hicimos, pienso que cualquier persona lo haría si tuviera el valor que Clyde y yo compartimos, pero pocas personas se atreven a admitirlo.
Me miró como si esperara ver en mi rostro alguna emoción de miedo, enojo o tristeza pero mi sonrisa fue inamovible, no porque no tuviera opiniones sobre lo que acababa de decir, sino porque darlas me hubiera costado el resto de la información.
–Algunas personas piensan que es tu amor hacia Clyde lo que hace que cometas los crímenes que has cometido ¿Qué dirías a eso? – pregunté.
–¡Ja! –rió Bonnie– no niego que el amor te orilla a hacer cosas estúpidas pero en este caso, la idea fue mía, y la ejecutamos juntos.
–¿Y han pensado en parar de hacerlo? Quiero decir –balbuceé nerviosamente– ¿se fijaron un límite de robos o planean hacerlo de por vida?
Bonnie me miró pensativa unos segundos, como si fuera a revelar un gran secreto, y mirándome fijamente a los ojos dijo:
–Esta no era una “carrera” de mi elección, y cuando Clyde estuvo en la cárcel le pedí que ese robo fuera nuestro último, una parte de mí sí quería esa vida normal, esa vida que implica salidas naturales, donde no te tengas que esconder,  –explicó– una vida con niños, una vida donde pueda visitar constantemente a mis hermanos y a mis sobrinos, pero una semana después de enviarle la carta le dictaron una sentencia de diez años. Yo no iba a vivir diez años sin él. Mi corazón y mi cuerpo no lo aguantarían. Siempre supe que ese hombre era mi salvación y mi destrucción.
Su ojo derecho derramó una lágrima que delataba el dolor reprimido que sentía esa mujer tan multifacética. Y a pesar de que había dicho lo contrario, su expresión decía que sí se arrepintió de la vida que escogió. Se limpio la lágrima de la forma más discreta que pudo hacerlo y continuó:
–Después de planear la fuga, no había más. Éramos los criminales más buscados de Estados Unidos, nuestra vida es el robo y la huida constante o no tenemos vida, no nos podemos perder el uno al otro, nos necesitamos y más que eso, nos complementamos.
Nuevamente se escuchó un auto estacionándose en el motel, Bonnie volvió a saltar a la ventana, miró hacia fuera unos instantes y volteó completamente apanicada a decirme:
–¡Es Clyde, tienes que irte!
Mi cuerpo y mente se entumieron durante un largo momento y no sabía cómo reaccionar. Ella insistió:
–¿Qué no me escuchas? ¡VETE! Tenemos una cita en menos de media hora y si se entera de que pasé mi día dando una entrevista sobre nuestra vida íntima, nos matará a las dos. Sal rápido de aquí y finge que sales de otro cuarto, yo me encargo del resto. ¡Ahora vete!
Metí mis cosas a mi enorme bolso y salí sin poderle agradecer a Bonnie la entrevista, sintiendo varias gotas de sudor rodando por mi frente, corrí al cuarto número 5 mientras de reojo observaba que Clyde se perdía dentro del techo de las escaleras. Todo paso tan rápido que me es imposible recordar en qué momento subí a mi coche y volví a Texas.
Ese día, la tarde del 23 de mayo de 1934, Bonnie y Clyde fueron traicionados por uno de sus cercanos y encontrados por la policía. Pero como el par de humanos tercos que eran, huyeron de los oficiales, lo cual ocasionó una persecución de hora y media hasta que la policía comenzó a disparar en el FordV8 que llevaban.
Imagen tomada de Wikipedia
Se encontraron 167 agujeros de bala en el coche, cosa que ocasionó la muerte de nuestro Romeo y Julieta contemporáneos. Más tarde el Doctor White, reveló que la autopsia demostraba que Clyde murió instantáneamente por un balazo en la cabeza y Bonnie no sólo tuvo que ver a su amante morir, sino pasó por el lento proceso de desangrarse por una bala en el estómago.
Cuánta razón tuvo Bonnie al decir que Clyde era su salvación y su destrucción.


Daniela Nicolini



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