martes, 29 de enero de 2013

Domesticados



Cuando el retorno pierde la cordura,
dando paso a un dulce desencanto.
Cuando todo parece que ya no es.
Y sin embargo permanece, indeleble.

Tal vez el final del puente, sólo sea
una mirada llena de asombro, caer
con los brazos extendidos y traicionar a los dedos
aferrándose a la cumbre.

Cuando el silencio es un aullido, una pieza suelta,
un animal que gime, un cuervo graznando tu nombre
girar y darle la espalda al espejo,
para encontrarte más perdido,
para que el árbol muerda tus raíces.

Quizá transmutar en un animal carroñero,
es parte de ilusionarnos, y domesticar un poco el amor.


Alma E. Palma 




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