martes, 12 de marzo de 2013

La autoestima

"Tener que morderse la lengua porque solo eso hay de comer. Tus propias palabras".



Quisiera entender un poco mejor ese concepto tan alto con que describen la autoestima. 
Muchas veces lo leo, pero no les creo las palabras.

Otras veces solo observo y pienso en las mujeres maravillosas que han caído en ese pozo sin fondo que solo les da de beber agua estancada.
Agua por las que ellas saltan al abismo por sed, 
aunque estén conscientes de que nunca podrán salir de ese enorme hoyo que las atrapa.

Autoestima, que fácil se escribe, que difícil se lee, 
y más que nada, porque creo que todos tienen un significado errado de ella.
Habría que quererse las veces necesarias siempre, en todo tiempo y lugar,
sin olvidar porqué somos los pasos que nos sostienen en este mundo tan cínico que no deja de girar.
Autoestima no es el hoy verme bonita en el espejo, es creerlo aún sin él, sin esperar que nos lo diga.
Tampoco es llenar el clóset de ropa nueva, que nos abraza por cierto, pero nada nos dice a menos que nosotros le demos el poder de darle voz.

Autoestima es sentirte tú con todos tus pedazos y saber que a pesar de ellos todavía tienes fuerzas para seguir caminando.
Es abrazarte cada día y repetir constantemente que no eres el piso que se trapea a diario.
No sentirte merecedora de todas las palabras solo porque hayas dado cabida en tu corazón a quién no supo valorarlo.

Autoestima es creer lo mucho que vales, para que tú mismo no vayas caminando hacia el infierno solo porque creas que solo eso te mereces.
Es ponerte el precio que los demás no creen que mereces.
Amar no es recoger migajas del suelo perdiendo el amor propio. 
Es conservar entero un amor que no se regatea ni se vende.

Yo me lo repito las veces que sean necesarias, porque también fueron muchas las veces que me dijeron que el amor así como yo creo, no existía.
Y dudé tanto de mis conceptos que hasta perdí los cimientos del suelo que me sostenía.
No creí que por medio del corazón, también se alojaba un ladrón al que le di cabida. 
Uno que por oficio tenía, robarte la autoestima.
Uno que por carecer de una propia, rompía la que los demás le brindaban, para tomar ventaja y desquite de todo aquello que le asustaba.

Hoy hablé de la autoestima por una sencilla razón. No me gusta ver caer en el suelo a los que amo.
Y no puedo levantarlos porque por mucho que me angustie, si su mano no se extiende para recibir ayuda, yo no puedo hacer nada.
Solo me toca ser espectador de frente a un aparador, mientras observo como se prueban prendas que  los demás rechazan por innecesarias.
Personas que merecen ropa de calidad, y no las ofertas tiradas en el piso que desechó alguien más.

Hoy desperté con la reflexión de saberme herida y hambrienta, pero también consciente que toda herida tiene una camino a la sanación. Todas y cada una de ellas.
Y que por muy hambrienta que me encuentre, o sedienta, hay alimentos que me dañan el alma y esos es mejor apartarlos que padecerlos. 
Porque más contribuyo al daño que otros hicieron a mi alma y a mi cuerpo.
Preferible padecer hambre y aprender a vivir con ella, que llenarme de algo que solo acabará por enfermarme sin remedio.

Eso es la autoestima señores, una sencilla dieta, sana, llena en calorías de amor que solo uno puede entregarse.
Para que los demás te perciban sana, para que los que te inviten a desayunar a su mesa, sepan que tú cuidas todo lo que tu alma ingiere.

Efectivamente, soy capaz de exponer la piel para abrir una experiencia dolorosa con tal de no ver caer como yo caí a las mujeres que amo.
No me importa mostrar la herida, si con mi cicatriz logro que ellas puedan observar como queda el alma después de naufragar.

Tal vez uno de mis talentos sea la pluma, pues que la pluma sirva entonces y se convierta en el rostro de lo que no debería pasar.
Abro las páginas de mi herida para que leas mujer, porque yo sé que estás ávida de lectura.
Tal vez a mis palabras no leas un final de los que esperabas, pero ten la seguridad que el final es real, liberador y placentero.
Porque no hay final más bello, que aquel que se construye con una sonrisa por la que tú misma luchaste al final de un camino de lágrimas.

Si por amor has tocado fondo, también por amor a ti puedes regalarte el levantarte y volver a caminar.
También por amor a ti puedes regalarte abrir tus alas y comenzar a volar.
Tal vez haya muchos motivos para no despertarse, pero también es cierto que uno solo nos basta para abrir los ojos y caminar.
Que no dejen tus alas heridas, que si tu vuelo ha perdido el brillo de tu inmensidad, ese brillo te invada, te nutra y te llene las ganas de tomar el impulso de comenzar a sanar.

El motivo es sencillo, el placer se saberte viva después de la tempestad.
El placer de respirar, a pesar de los nudos y de las piedras que traes encima y no te dejan de aplastar.
El sentir que tienes un alma que no muere del todo a pesar del daño, un alma que aún sostiene con toda su fuerza tu corazón herido.
Un alma que te grita que no la abandones en medio del camino que borraron para ti los demás.

Yo no sé abrazar con los brazos porque me rompo, ahí es donde comienza y radica mi vulnerabilidad humana.
Yo sé abrazar con las palabras, ahí radica mi fuerza y me siento la roca donde cualquiera puede sostenerse.
Por eso escribo, porque mi alma está compuesta de su estructura.
Y desde ahí te abrazo mujer, porque necesitas la fuerza de mi lectura.
Esperando que leas y comprendas que si fuiste creada exactamente como eres, es porque justamente fuiste diseñada para quien sí te merece.

De mi boca no saldrá nada, mis manos ya se encargaron de desatar los nudos de todo lo que me he venido callando.
De lo que observo y leo, de lo que me duele y callo, por temor de lastimarte y convertirme en una causa más de tu herida.
Cada mujer es un perfil de lo que Dios no supo comprender pero que diseñó en su exacta perfección para que todos pudieran apreciar.
Así que no busques parecerte a nadie porque así fuiste perfecta en la creación que se te asignó. 
Te llamaron única por una poderosa razón.
Única para que nadie te pueda reemplazar y para que estés consciente que aún con tus piezas rotas nadie será como tú jamás.

"Tener que morder el polvo mientras tus lágrimas limpian el suelo que te arrastra, no es necesario. Tu vales mujer, sola eres y te bastas".


Silvia Carbonell L.














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