martes, 17 de julio de 2012

La tragedia de la gota



El cielo amanecía como todos los días, siempre a la misma hora y vestido de índigos; azules mustios, y naranjas resplandecientes. 
Todos los días, pero éste no.

Hoy se veía en claroscuros tintes marinos, nubes desgajadas y trozos de azul distraído.

Y abajo el tiempo permanecía dormido, excepto para una gota que tiembla en su letargo.
Aquella gota, como atontada, una gota de agua como pocas; brillante y azul, 
iba rodando sobre la hoja verde y coruscante, color vida con orillas doradas; 
yo desde aquí puedo verle las venas.

Hilitos amarillo y ocres latiendo, palpitando con el torrente sanguíneo
lleno de savia. 
Y la gota va rodando y no. 
Llega a la punta de la hoja y se arriesga a la caída.

Cayendo es inmensa en su fragilidad, 
escucho el silbido del viento
y a la gota tratando de no despedazarse con el aire, 
y se abraza,
se prepara para el golpe, se hace bolita y por fin llega al triste suelo.

La tierra es fértil, café y húmeda, huele a algas, petricor y verdes; huele a verdes en todos sus tonos.

Y lluvia, huele a lluvia. 

Alma E. Palma

2 comentarios:

  1. "Y la gota va rodando y no".
    Como me gusta cuando La Maga desgrana letras por acá.
    Te abrazo, con toda tu magia Alma.

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