martes, 17 de julio de 2012

Las huellas en el cenicero

   Renazco en la arena que ahoga los ojos que se abren de nuevo. Respiro como si fuera la primera vez. Inspiro el principio del tiempo y exhalo el universo entero. El dolor recorre lo gris de la piel que olvidó el tacto de los ciegos. Miro a mi alrededor y reconozco mi infierno. 
   El cuarto, el techo, la ventana y el cenicero.  
   La escena se repite en silencio. El gris empaña la superficie de un espejo que murió hace tiempo. El sol se hace trizas cuando la mañana lo empuja adentro del cuarto. 
   Me repito y juro. Juro que no seguiré repitiendo los días y las noches a las que me condené por miedo. Pero la voz conoce el camino y el miedo ata mis pies al suelo. 
Repito cada noche en cada palabra que escribo en este momento. Abrazo cada silencio que me da las buenas noches y, sabiéndome perdido, otra vez muero. 


Rubén Ochoa

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