martes, 4 de septiembre de 2012

La paradoja del Conejo blanco, cojo y saltarín

Y así empezó el día del conejo blanco de piernas invisibles y pies largos, que al despertar después de una larga noche se le hizo corto el amanecer.
El conejo blanco, de orejas largas y blancas no escuchó el gallo cantar, ni siquiera ese silencio aturdidor que estremece el suelo de donde estaba sujeto.
Vestido de piel de animal salió desnudo de alma y mente, con un corazón de una mano y un latido en otra, y aunque no creía en el amor a primera vista miró a aquella coneja, de rabo corto pero extenso, que sacudía el deseo en cada paso mientras volaba, firme y segura de su belleza, y aquel conejo, de ojos rojos y vista corta, se le acercó al futuro sin haberse movido del presente, con un beso entre labio y labio aunque sólo podía sentir su bigote, que fingía moverse al compás de la brisa, mientras los árboles quietos seguían escribiendo la paradoja de un conejo que intentaba saltar sin tener piernas de donde apoyarse.

Camilo Villanueva Esquivel
@LetraSilenciosa

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