martes, 24 de enero de 2012

Tic Tac


Tic Tac



Quedó una tarde soleada, pasada la tormenta solo quedaron algunas nubes jugando con horizonte. Ella seguía mirando por la ventana, soñadora.

La tarde parecía inundarla en recuerdos: se iba perdiendo en sus pretéritos. Habían dos. Ahora cinco. Siete memorias encerradas en marcos.

Pasos que alejan aquellas caricias que solo visitó en sueños. El terrible tic tac que le recuerda que la vida pasa sin asomarse a su ventana.

Ahora va carcomiendo la tarde, que se sienta en la silla y comienza a mecerse con un vaivén viejo y oscuro. Y van los tic y vienen los tac.

De su espalda emergen dos manos femeninas que no dicen nada pero la tocan como si fueran expertas en su cuerpo. Ella sigue mirando sin ver.

Mira sin ver, y se mira sin ver desde el espejo roto, y ve sin mirar unos dedos que empiezan a tatuar líneas en su espalda.

Caricias que son dolor, olvido, nunca deseo. Un rostro que aparece y la obliga a mirar atrás, donde ya no vive, de donde huye.

Un rostro que la ve con ojos cansados, como con ojos de río seco. A través de la pequeña ventana, sus dos lunas sonríen.

Y sigue la senda de su voz, una voz del pasado que la pregunta, la zarandea y la hace llorar.
— ¿Qué te pasa?
—La soledad de tu mirada.

Entonces ella busca refugiarse en las paredes y la pared comienza a agrietarse, se desfigura, y la soledad crece como un incendio.

Entrañas que arden, gritan y se vuelcan en su interior haciendo de la ventana la única salida a las llamas. Y arde, y grita, y llora.

Pero la soledad es escurridiza y se mete en sus entrañas. Se ven nacer flores de aquélla ventana.

Dennis Romero & Julio Muñoz

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