Un silencio tan denso que se podría escuchar el aliento del
muro por entre las grietas.
Grietas tan profundas que se desbordaba el alma de esa
palabra fija y pétreamente vertical.
Vertical como los que le buscamos significado a esa dama imponente
como lo es la noche caída y en pleno enraizamiento.
El enraizamiento en los restos de instantes que se abisman sobre
mi cada haber recostado sobre esta sombra.
Sombra de bandadas, de cobijo y extraña luminiscencia que
nombra al misterio y es misterio de sí.
Así anochece en esta soledad. Un solitario sombroso entre
las piedras y las siluetas que danzan al ritmo de la llama de una moribunda
vela.
Velada de ausencias, presente transparencia.
Así el recorrido de lo quieto. Donde la noche es un silencio
de cuervos, una ventana que se nos asoma tras el pecho impregnándolo todo.
Donde la vela crea el son de la sombra.
Donde la sombra lleva al enraizamiento.
Donde el enraizamiento desaloja lo vertical.
Donde lo vertical se ausenta y son grietas las presencias.
Donde mis grietas me regresan a este denso silencio.
Alexander Gnomo
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