martes, 28 de agosto de 2012

Cualquier cosa (I)

Decir que el reloj avanzaba era sólo un decir, porque llevaba quince minutos en el mismo lugar y no pasaba nada. La fila del supermercado seguía interminable, los niños de la mujer formada frente a ella seguían llorando y el calor insoportable hacía que la blusa y el pantalón se le pegaran a la piel, por la transpiración. Gotitas de sudor le perlaban la frente y sentía que se asfixiaba. Sin embargo, mantenía el gesto adusto y la mirada serena, y mentalmente se repetía que hacer gestos de hartazgo le provocaría arrugas y no solucionaría nada. Se repetía también que salir de la fila e irse a casa era una bobada: necesitaba la harina para el pastel de los niños, y seguro la fila que la esperaba en la tintorería no sería mejor que esta. Entonces se le ocurrió, así como cualquier cosa, que tenía que asesinar a su marido.

(continuará...)

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