martes, 24 de enero de 2012

Conejeando


—¿Qué hacés Coneja? Hace muchas madrigueras que no te veo.
—Aquí nomás, un poco aconejada. Es que no sé qué ponerme.
—Ponete conejo, dicen que brincan todo el año, comenzando en enero.
—¡Conejo! ¡Ja! ¡Hace mucho que no pesco uno! O diré más bien que no lo cazo. O no lo caso, que para el caso, es también eso.
—Es que los conejos son esquivos, menos cuando los adobás con un buen tinto.
—Hablando de tintos, mírate los bigotitos: los tienes llenos de algo que podría, o no, ser salsa.
—¿El mostachín está olvidadizo? Siempre le gustó más el tango, que no es lo mismo.
—Yo no tango nada. Tampoco salsa ni chachachá. Es una pena.
—Yo te entango si querés, che Coneja.
—En tanga no, que me enamoro. Pero escurre el che por ahí, que estorba.
—Sin tanga y sin che, como vos quieras Coneja, que a este conejo le faltan pretextos y le sobran tretas.
—Ven Conejo, vamos a perdernos el respeto, pero poquito.

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