martes, 18 de septiembre de 2012

Azulado

La luz que inunda los espacios al anochecer siempre me ha provocado la sensación de paz. Será que la calma siempre esta ausente a causa de los recuerdos, son muchos pero el mas recurrente es aquel que preserva la imagen intacta que tengo de ella.

Cada día salía al alba, sublime imagen que enmarcaba su acostumbrado gesto de alzar la ceja al cruzar por mi acera. No sé si me juzgaba a mí, a la casa o a la horrible cortina de la cocina, tal vez era un reflejo involuntario que escondía algún deseo hacia mi; de todas las opciones siempre preferí esa. Recreaba su psique, daba las interpretaciones que me apetecían, las saboreaba con el café y salía al trabajo todavía con la sobremesa de sus miradas; siempre la misma secuencia de ojeadas y el mismo alzar de su ceja poblada.

Los fines de semana no tenia la oportunidad de desayunar con sus vistazos, así que dedicaba la mañana a leer la novela en turno y hacerla protagonista de la historia. Sin duda, cualquiera de las descripciones podía ser la de ella, así que disfrutaba inventándola a mi antojo.

Lo que desbordo mi ansiedad fue lo ocurrido el sábado. Yo, café en mano, la vi correr desesperada. Me levante de un salto, derrame el café sin importarme el desastre causado ni la taza rota; tan escrupuloso que soy. Salí corriendo de la casa pero su figura desesperada ya se había desvanecido. ¿Qué habría pasado? ¿Quién era ella en realidad? Comencé a crear mil dramas y explicaciones, uno siempre termina por imaginar lo peor de una situación como esa, así que me tranquilice con la pastilla de siempre y opte por no seguir el hilo de la historia, lo único real es que ella no era parte de mi vida, solo era mi entretenimiento en el desayuno.

Espere varios días y no apareció, el desayuno se convirtió en la parte mas angustiante del día. Empecé a sentirme culpable, pude haberla alcanzado, me rondaba la idea de caminar por la calle y tal vez encontrarla por ahí, solo para verla y tranquilizarme. Días después, siguiendo mi acostumbrada rutina y sin esperarlo, la vi acercarse de nuevo pero esta vez su mirada era de nostalgia, caminaba mas lento. Tome una bolsa de basura a medio llenar y salí. Deposite la bolsa en el basurero tratando de parecer espontáneo y fue ahí cuando sus ojos me miraron directamente. Me recorrió un escalofrió indescifrable que jamás había sentido; no era una persona común, me di cuenta de aquello al estar cerca, al sentir su olor y su pálida piel. Me intimido y decidí entrar en casa, tome la pastilla y me hundí en el sofá. Las instantáneas aparecían en desorden en mi cabeza. Ella gritaba horrorizada, corría por el apartamento y de repente, un lago azulado por la oscuridad la enmarcaba. Desperté en medio de una crisis de pánico al día siguiente. Me ahogaba, así que tome otra pastilla y salí a tomar aire. El periódico me esperaba, le di una rápida ojeada para calmar los nervios y de repente surgió aquella foto blanco y negro de ella en medio de aquel liquido grisáceo, y al costado de su hermosa pierna izquierda, el cuchillo para carne que yo había perdido desde hace días.

Nilza Vargas
@Plavalagunazul

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