martes, 18 de septiembre de 2012

A veces doy uno o dos pasos


A veces doy uno o dos pasos.
No importa si son hacia adelante,
hacia atrás o hacia el costado.
La cuestión es que dejo
los pies bien plantados,
cierro los ojos,
cruzo los brazos,
y me alejo silbando.
Es que a veces necesito
quedarme callado
para escuchar al silencio
que tiñe mis manos.
Y entonces mirarme a los ojos
con los ojos cerrados,
preguntarme cómo estoy,
qué me está pasando,
que por qué grito,
que por qué tan desesperado.
Y contestarme guiñando un ojo
casi como murmurando,
que nada, que todo, que no importa tanto.
Y mandarme a dar una vuelta
por los tejados,
hasta que se me pase la locura
o hasta que encuentre al gato.

       Rubén Ochoa

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