La Sagrada Certeza
Para Alejandra Montenegro
En la inmensidad del caos me entrego a ti sin épocas, sin espacios, sin
tiempos, sin razones, sin caminos. Perdido a la deriva de un sentimiento roto,
divago enamorado en la sed de tu mirada, ahogando lo que un niño llamaría “miedo”.
Te siento tan dentro de mí que me falta el aire. Te pienso tanto que me
estoy volviendo loco. Mis amigos saben de ti como aquella alma gemela que cambió
mi visual.
Ya no soy el mismo de antes, ahora soy el mismo de siempre. Soy yo. Sin
harapos ni antifaces. Sin risas de más ni ademanes de menos. Soy yo. Incluso la
vida no es la misma. Ahora veo todo más cambiante, y mis razones se fueron
volando en los desaires del amor.
Eres la culpable de mis pecados aún no cometidos. Te pido disculpas si
no llegué antes, estaba ocupado empeñándome en ser mejor persona para ti. El
pasado es una anécdota y está bien recordarlo, e incluso contarlo, pero morar
allí es insano. Ya nada es lo mismo.
Antes pensaba que el amor se construía, ahora pienso que el amor nos
construye. Nosotros sólo debemos obedecer a esa certeza sagrada, de lo
contrario acabamos destruidos, atrapados en ese hogar llamado ego, que no es,
sino, un albergue en la carretera.
Yo estoy feliz. Me entregué a ti sin la menor vacilación, sin la mayor
razón. Me tardé en encontrarte porque te buscaba con la mirada, extraviado no
sabía que debía hacerlo con la intuición, que no es otra cosa que la brújula
del alma.
Amor mío, gracias por llegar. Gracias por vivir la vida como si fuera la
única y la última. Gracias por no aceptar la vida tal y como es, y por
deambular feliz entre la duda y la verdad. Gracias por poner tu corazón en mi
mano, y permitirme cuidarlo bajo la soberanía de mi niñez. Gracias por
permitirte descansar en mi pecho, y por permitirme formular teorías mientras
dibujo tu cuerpo con la novicia de mis manos. Gracias por reír, por amar al
prójimo de manera desinteresada. Allí radica uno de mis mayores aprendizajes.
Hoy me permito caminar tranquilo. Pensar en el futuro como nuestro cobijo,
y vivir el presente como una aventura efímera, sabiendo que tomados de la mano
contaremos amaneceres, ocasos, estrellas fugaces y palíndromos. Hoy me permito
sentarme en una roca a reflexionar, para luego crear un mundo a nuestra manera,
a vuestra manera.
El amor es una certeza. Una certeza sagrada, por ello, si el amor se
pensara, escribiría ensayos, no poemas. Yo no comprendo, siento. Siento que tú
y yo dejaremos el mundo mejor de cómo lo tomamos. Siento que al leer estas
palabras me pensarás mientras te pienso. Insisto, eso se llama; una certeza
sagrada.
René Valdés Morales
@Renealonzo
Me gusto mucho la sinceridad
ResponderEliminary sutileza que entrega tu poema,
deja la sensación de certeza,
certeza de amar alegremente a un otro.