martes, 29 de mayo de 2012

Desierto de emociones



Sergio estaba realmente furioso, en los últimos días la confusión, el dolor e incluso la ira eran los sentimientos que más se apoderaban de su cabeza. Su relación con David nunca fue bien, e incluso era muy osado llamarlo relación. Ellos eran muy amigos, desde muy pequeños fueron inseparables. Siempre se comprendían a la perfección, tenían los mismos justos, los mismos intereses y pensaban de forma diferente a los demás pero completamente idéntica entre ellos. Eran los amigos íntimos más compenetrados de todos. Siempre juntos. 

Sergio era más adulto, no solo en edad, ya que era mayor que David, sino que era más maduro, pero eso no lo hacia ser menos inocente e incluso ingenuo. Creía en las personas, era un optimista perpetuo, crónicamente feliz. 

David por su lado era mucho más inmaduro, alocado, divertido, pero tenia una personalidad oscura, incluso dañina. Ver el dolor en las demás personas que le rodeaban era una de las cosas que más feliz le hacia. 

Después de varios años caminando juntos, ayudándose en el camino más fácil, fueron los sentimientos los que empezaron a cambiar. 

Sergio empezó a preguntarse si ese era el hombre al que debía amar en la eternidad. No sería difícil, el amor que ambos se profesaban era profundo e incluso desgarrador. 

Fue cuando tomaron una de las peores decisiones de su vida. Se fueron a vivir juntos. 

Y el sentimiento creció tan poderoso que empezó a doler sentir el amor entre ellos. Se palpaba las tensiones. 

Sentían que se pertenecían. Sentían celos profundos cuando no estaban juntos. Les arrastraba una fuerza inexplicable cada vez que se separaban para hacer sus respectivas vidas. Odiaban verse con gente diferente. 

Llevados por la costumbre algo cambió en ambos. Dejaron de contarse las cosas. Dejaron de mirarse a los ojos. Pero eso incremento más la tensión de poseerse entre ellos. 

Empezaron a espiarse, a echarse las cosas en cara, los celos comenzaron a estallar en las conversaciones cotidianas. 

No pudieron decirse te quiero. Tantos años de amistad profunda y su error fue el común a todos: no supieron decirse lo que sentían. 

Después de varios meses en ese extraño bucle de amor y odio, comprendieron que era realmente tarde para intentar algo entre ellos. 

Fue cuando todo giro en un juego doloroso. Comenzaron a hacerse daño. Un juego cruel, que trataba de ver quién dañaba más al otro. 

En éste juego Sergio fue siempre el perdedor. Siempre sintió la mano de David rodeándolo el cuello intentándolo dejar sin respiración. Y es lo que logró. Poco a poco, golpe a golpe, se fue haciendo más pequeño y con ello más vulnerable a los juegos de David. 

Comenzaba a hacerse tarde en ese desierto muerto de sentimientos para Sergio. 

Esa mañana, después de esperarlo durante horas, Sergio decidió que era el día de enfrentarse a David. Habló con él y por primera vez en los últimos dos años, se dijeron la verdad. 

Una verdad tan dolorosa que hizo que se separaran esa misma noche. Una separación física que aún duele a un Sergio que lucha por olvidar a la persona que más le había comprendido. A la única persona que de verdad le había conocido.

Julio Muñoz


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