martes, 14 de febrero de 2012

Bogota: La ciudad del cielo y los andenes.



Acabo de regresar de un viaje a Colombia con mis primos y un par de vecinos. Lo planeamos hace poco menos de un año en un café de Coyoacán cuando vinieron de vacaciones. Pusimos un par de tazas y trazamos un recorrido, nos acabamos los cafés y supimos que jamas se cumpliría.

Me fui el 16 de diciembre y después de 6 horas llegue a Bogotá, donde me esperaban con un collar hawaiano y una pancarta que dictaba "Aquí wey".
No sabia que esperar, ni siquiera estaba emocionado, pero después de 22 días lejos de mi cama y sin agua caliente, con la compañía primero de mis primos y luego de mis vecinos, puedo decir que valió la pena.
 
Por ejemplo, puedo decir que estuve bailando hasta las 7 de la mañana el 24, puedo decir que recorrí una ciudad desconocida y que ahora la camino con los ojos cerrados, que me sorprendí por los andenes, donde de forma tranquila puedes caminar, que baile vals en la plaza central, que me persiguieron a muerte, en un cementerio, que jugue futbolito en el museo nacional, que llene de humo una casa por una chimenea sin tiro, que me impacto una ciudad diseñada para convivir, que subí a una montaña y vi las luces de una ciudad casi sin una gota de contaminación, que jugué fushi [sic] en la plaza central de un pueblo, descalzo, que recorrí mas de 8 lugares en un día, de mochilero y con lluvia en algún momento, que deje que un par de personas me hicieran reír mientras, sentado, maldecia a los aviones que no dejaban escuchar, que visite un par de bibliotecas, una de ellas construida por un arquitecto al que ahora reconozco cuando veo ladrillos, canales y formas no rectangulares, que conocí por dentro y por fuera algunas universidades.
Que vi amanecer el primer día del año. Acompañado.

Pero lo que hizo enserio especial el viaje fue la gente con la que estuve, porque estoy seguro de que nos pudieron encerrar en un cuarto, y nos hubiéramos divertido lo mismo

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