martes, 3 de julio de 2012

La Montaña

Sube a la montaña y se siente libre. Casi llegando a la cima, se aferra a la rugosidad de la piedra, se lastima los dedos y quiere llorar; le cuesta respirar; el precipicio está tan cerca que parece imposible no caer. Desde abajo todo parecía tan simple como enamorarse y abrir los brazos; dejar que la enamoren y aferrarse a sus brazos. Desde arriba el mareo es más fuerte, y todas las certezas se vuelven dudas. Las preguntas en su cabeza gritan y el ruido no la deja pensar; se queda inmóvil, como si pudiera evitar que el mundo siga su curso, como si aferrada a la pared de la montaña el amor siguiera estando vivo.
Oye un grito y se ve caer.
No sabe si estarán los brazos de él para sostenerla una vez más. Tampoco sabe que así, también se descubren las alas y se aprende a volar.

1 comentarios:

  1. Las dos tragedias, alcanzar la meta y caerse por el barranco. Cada una a su tiempo, cada una a su pausa.

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