martes, 10 de julio de 2012

Corazón

Me quedé en lo que se va, entonces el afuera de un pecho infinito; ni lo que se desborda ni lo que se contiene, sino la grieta misma.

Un marco vacío, una piedra abierta por donde pasa el viento. El bombeo constante de un adentro que se abisma. Las calles de un pecho por donde transita un gentío a diario y nadie se queda, sólo lo constante de lo pasajero permanece. El caminar del pasado: la ida llena de patios donde el futuro es el gran portero que no deja asomarse a lo que viene. En ese desierto entre el pecho y la espalda, una espada congénita que se desgrana.

Así el corazón lleva al muerto puertas adentro, pasando por un cementerio donde la llave cuelga y palpita, palpita con los pasos de lo que no se detiene incluso cuando no se está, incluso cuando el cuerpo se queda ido como la sombra de un árbol quieto y caudaloso, como la corriente en las urbes violentas del silencio cuando se calla.

Ese caminar entre reflejos, calles y voces que llevan a los cuartos que callan los espejos tras el pecho.

Alexander Gnomo
@Ggnolex

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